En las calles del recuerdo todavía resuenan los pasos de quienes fueron señalado. Los cuerpos quebrados por la tortura. Los nombres apagados por la muerte. Cada silencio es una lapida, cada mirada baja un testimonio de lo que no se dijo. Nombrar a los ausentes, rescatar los gestos y los sueños, es plantar arboles en medio del desierto. Porque recordar, no es quedarse en el dolor, sino impedir que el miedo se haga ley de nuevo.