Porque, ¿es Matter que pone a dialogar a la roca, al árbol, a la estatua y al robot? O ¿es que ese diálogo transtemporal y transmatérico ya existe? ¿No es, acaso, la materia la que está (in)formada por ese diálogo? Así, como las raíces de los árboles que comunican y comparten información, ya sea por contacto directo o por un tejido microrrizado, podríamos percibir la materia como fuente de diálogos múltiples. Lo “inerte”, adjetivo con el que solemos calificar a la materia, está lleno de vidas. En este sentido, la materia no es inocente. Contrariamente a nuestras propias construcciones ideológicas, la materia en constante transformación se nutre, se constituye de esos diálogos. Tales transformaciones pasan casi inadvertidas por, nosotras, demasiado humanas. Necesitamos, sin duda, repensar nuestros dispositivos de visión, de-y-re-construirlos, re-inventarlos. Matter se confronta a esa necesidad, provocando otras búsquedas. Puesto que, como lo propone Donna Haraway1, los “artefactos protésicos (también) nos enseñan que todos los ojos, incluidos los nuestros, son sistemas perceptivos activos que construyen traducciones y maneras específicas de ver, es decir, formas de vida”. Es en estas búsquedas que Matter no es inocente y nos empuja a no serlo tampoco.