Amarillo y azul. Espíritu conservador y abierto. Voluntad de perseverar y disposición a cambiar. Fuerza, austeridad, obediencia y pasión, opulencia, soberbia. La China amarilla y la azul. Aunque el imperio del lejano oriente se siga considerando a sí mismo un estado centralizado unificado y se contemple a sí mismo como un estado de cultura y perspectivas económicas comunes, esa aspiración resulta casi imposible en un país con las dimensiones de China. Las diferencias entre el norte y el sur, entre el amarillo y el azul, son gigantescas. La China amarilla, atrapada en el amarillo loess del norte, tiene vocación conservadora. La región septentrional de China, que tuvo que defenderse contra las invasiones de los pueblos de Asia Central, supo permanecer enraizada en la cultura que había surgido sobre su fértil suelo de loess. Es una cultura con los pies bien puestos en tierra y parapetada tras altos muros. El sur azul, tan cercano al agua, tiene una concepción muy diferente de sí mismo. Progresista y orientado al futuro, innovador, de amplias perspectivas, dispuesto al cambio y abierto al mundo. De esta región destaca su rápido progreso enmarcado en antiquísimas tradiciones. Por todo esto China en su conjunto resulta un imperio gigantesco. China es, con sus 1.300 millones de habitantes, el país en el que más personas residen. Más que en Europa y los Estados Unidos de América juntos. La base del pensamiento chino, tanto de la región azul como de la amarilla son el Yin y el Yang, la idea de un universo compuesto de diferentes elementos en equilibrio. Principio y final, niño y anciano, causa y efecto. Yin significa mujer, tierra, noche, sombra, muerte. Yang hace referencia al hombre, la vida, la luz y el cielo. Estas fuerzas no luchan entre sí, sino que se condicionan mutuamente. Conjuntamente pueden dar lugar a todo, e incluso dar origen a la tierra.