«No era un paquete cualquiera, era de él. En cuanto tuvo noticias del servicio de correos, expectante corrió a la estafeta a buscar el tan ansiado paquete. Lo único que conocía del mismo, era el remitente, y teniendo en cuenta quién era él, el contenido del mismo sería muy especial para ella. El funcionario interrumpió sus pensamientos: “señorita, firme… o de lo contrario no podrá recibir su paquete”. Lo primero que hizo fue olerlo, antes de poder ver realmente lo que contenía, el aroma que desprendía se le hacía muy familiar y entrañable, y desde luego que lo era…»
“Déjame que te escriba” es un mundo de sentimientos plasmado en papel, como las cartas de amor de antes, esas que ya nadie dedica.