El conservado en la Biblioteca Apostólica Vaticana, ms. Pal. lat. 1071, datado en la segunda mitad del siglo XIII, escrito a dos columnas a lo largo de 111 folios pergamino de gran tamaño (360 x 250 mm.), es el más famoso y conocido de todos los testimonios de la obra federiciana a causa de sus hermosísimas ilustraciones. En su márgenes se encuentran 170 figuras humanas, más de 900 aves, no sólo de halcones y azores, aves empleadas en la caza, sino de toda suerte de aves (faisanes, gansos, garzas, grullas, abubillas, pelícanos, patos, córvidos, avefrías, zarapitos, avutardas, sisones, etc.), doce caballos, otros 36 animales variados (ciervos, perros, lagartos, ranas, roedores, liebres, un carnero), peces en el mar y en l agunas y ríos, árboles, roquedos, edificaciones, un barco de vela, una barca, además de numerosas alcándaras, bancos, caperuzas, pihuelas, lonjas, luvas, anillos, tornillos, malleolus y otros utensilios necesarios para la práctica de la cetrería.Todas las miniaturas incluidas en el códice cumplen una función ilustrativa e informativa que complementan el texto junto al que suelen aparecer. Este manuscrito, que desapareció tras la derrota del rey Manfredo en la batalla de Benevento en 1266, reapareció en Francia en manos del noble Juan II de Dampierre y Saint-Dizier. A finales del siglo XVI lo encontramos en manos del médico alemán Joachim Camerarius, quien mantuvo una nutrida correspondencia con Marcus Welser, quien publicó en Viena, en 1596, la primera edición del texto basada en el manuscrito de Manfredo. En el primer cuarto del siglo XVII, se encuentra entre los fondos de los príncipes electores del Palatinado. Tras la destrucción de la ciudad Heidelberg durante la Guerra de los Treinta Años, Maximiliano I de Baviera regaló al papa Gregorio XV el más famoso manuscrito del De arte venandi cum avibus y desde entonces se guarda entre los anaqueles de la Biblioteca Apostólica Vaticana.