Cajal, don Santiago, comparaba la robótica, donde se almacenaban soluciones, substancias, fármacos... para aliviar, curar, el cuerpo, con una biblioteca donde se ordenaba la poesía, el teatro, la novela, el ensayo para apaciguar, serenar, sanar el alma.
Esta colección de relatos pretende compartir la experiencia de lo vivido, de lo aprendido en el devenir de la vida profesional. Hacer buena la frase de Osler: «El buen médico trata la enfermedad; el gran médico trata al paciente con la enfermedad».
Decía Marlowe, el inmortal detective de Dashiell Hammett: «Si no fuera duro, no podría vivir; si no fuera comprensivo, no merecería la pena vivir». Me recordó a nosotros, los sanitarios. Si no tuviera conocimientos científicos, no podría ejercer; si no fuera comprensivo y compasivo, no debería ejercer.
Este librito pretende ayudar a conocer y a conocerse a los sanitarios, médicos, enfermeras, psicólogos, y a que los no sanitarios conozcan las bondades y miserias de la profesión. Nadie nos enseña a reflexionar sobre lo que sucede en el interior del profesional, sobre lo que acontece y nos acontece.
A través de estos relatos buceamos entre las razones de mantenernos en la profesión -¡con la que está cayendo!-, los errores, las dificultades de los inicios, las situaciones esperpénticas y excepcionales, los temas comunicacionales, la terminalidad y la muerte, el maltrato, los escenarios sociales, entre muchas otras cosas.
Lo complicado, lo duro, es acompañar: el dolor, el sufrimiento, la incapacidad, las pérdidas, los duelos, la muerte... Asumir la incertidumbre, manejarse con probabilidades, aceptar que no curar no es sinónimo de fracasar...