Las paredes y suelos constituyen elementos imprescindibles en cualquier edificio, aunque raras veces asumen un gran protagonismo en el conjunto de su expresión arquitectónica; otros, por el contrario, se ponen, por su eficacia expresiva, en el punto de mira del diseño, sin embargo no se concibe un edificio limitado a la mera expresión estética pues no es ése su rango en el conjunto de las Artes: están destinados al uso material de sus habitantes. Esto es completamente obvio, y no haría falta señalarlo sino porque la Historia de la Arquitectura tiende a ligarse demasiado a su imagen. Dentro de esta imagen, los elementos más humildes, como suelos y paredes, pasan a un segundo término, aunque la elección más funcional suponga una toma de postura estética. Los pavimentos se han mantenido casi siempre en una posición bastante discreta, probablemente por causa de sus peculiares requerimientos funcionales; tan discreta que por lo general su descripción a lo largo de la Historia de la Arquitectura se limita en todo caso a unas pocas líneas. También los pavimentos pasan a ser parte connatural e imprescindible de la arquitectura, pero su propia naturaleza los despoja, en general, de cualquier protagonismo estético. Por ello, su presencia en la bibliografía se limita a los aspectos más técnicos, y como tampoco éstos han sido especialmente complejos a lo largo de la historia, su aparición suele encuadrarse entre las conocidas normas de buena práctica. Éste es pues el panorama: nos encontramos en plena transición del paso de los buenos hábitos constructivos al tratamiento científico de los pavimentos.