Al descuidar el estudio del lenguaje para ir directamente a las cosas no se hace sino proyectar en el ser la sombra llevada del discurso, de sus elementos, de sus articulaciones. Sostenido por esta convicción, Guillermo de Ockham lleva a cabo, a comienzos del siglo XIV, un minucioso análisis crítico de las categorías lógicas y metafísicas legadas por Aristóteles, Porfirio y Boecio: empresa de desrealización que no conduce a encerrarse en el lenguaje, sino muy al contrario a un estudio riguroso de los modos según los cuales los signos verbales y conceptuales se refieren a las cosas existentes, en su realidad singular. Las dos primeras partes del tercer y último tratado de la Summa de lógica corresponden a los Analíticos de Aristóteles. El estudio del silogismo en general es llevado a cabo de manera sistemática. Se trata de evaluar, ayudándose de numerosos ejemplos, la validez de las diferentes combinaciones según las figuras y modos tradicionales, pero también según las diversas clases de proposiciones. La teoría de la demostración es reformulada sobre la base de la metafísica del ente singular y contingente, de la teoría del conocimiento como contacto directo con la cosa conocida y de una concepción puramente lógica de la necesidad.
Ficha técnica
Editorial: Edición Personal
ISBN: 9788499461328
Idioma: Castellano
Número de páginas: 500
Tiempo de lectura:
11h 57m
Encuadernación: Tapa blanda
Fecha de lanzamiento: 01/01/2012
Año de edición: 2012
Plaza de edición: Madrid
Alto: 24.0 cm
Ancho: 17.0 cm
Especificaciones del producto
Escrito por Guillermo de Ockham
Guillermo de Ockham (1295-1350) es conocido como «doctor invincibilis» y otros varios títulos que indican su rica y diversa personalidad. Nacido en Ockham, al sur de Inglaterra, ingresa en la Orden franciscana y estudia en Oxford. Posteriormente aparece como profesor en esta misma universidad desde 1312 a 1324. A partir de esta fecha le vemos envuelto en una lucha dialéctica teológica y política frente al papa. Desde 1328 se pone al lado del emperador Luis de Baviera, cuya defensa frente al papa hizo suya con las célebres palabras «defiéndeme con la espada que yo te defenderé con la pluma». Refugiado en Múnich y en la corte del emperador, Ockham hizo de esa pluma su mejor arma y fue defensor de la «libertad de investigación filosófica y de la vida religiosa».