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Dentro de un espacio reducido, que no alcanza los 5.300 km2, la región cántabra alberga tantas peculiaridades geográficas y culturales que bien puede considerarse un pequeño paraíso, capaz de satisfacer los gustos más dispares. Variedad es la clave, desde el paisaje y la naturaleza, a sus tradiciones y costumbres, su gastronomía, su arte y su historia que se remontan a la misma cuna de la humanidad... Cantabria forma un todo inabarcable en una primera aproximación que habrá que ir descubriendo poco a poco.Los valles interiores de la zona centro-occidental. Alineaciones montañosas, en dirección sur-norte, que desde sus relativamente modestas cumbres vigilan los cursos, breves y poderosos, de los ríos que descienden, formando alargados valles, hacia la franja costera.Los valles del Nansa, Saja, Besaya, Pas, Pisueña y Miera forman la parte más llana de este paisaje, compartimentado siempre por las sierras que limitan el horizonte. Liébana, encajada en el extremo occidental, obtiene la protección especial de los Picos de Europa.Santander, la capital de Cantabria, es una bella ciudad y un importante núcleo turístico con una intensa vida urbana, artística y cultural.Tras el refinamiento de la capital, conoceremos los pintorescos pueblos que salpican el litoral cántabro y las aisladas aldeas montañesas, rodeadas por extraordinarios paisajes siempre verdes.
Crisol de pueblos a lo largo de su historia, la característica más interesante de Andalucía es su diversidad, una diversidad que se refiere al medio físico, pero también al carácter de sus habitantes, el cual, contra lo que se estima habitualmente, partiendo del tronco común de la hospitalidad, la extraversión, la sensorialidad y un suave estoicismo ante los avatares de la vida, se abre en ramas diferentes como un gran árbol de frondoso follaje dando tipos realmente distintos, no ya entre provincias sino incluso entre comarcas cercanas entre sí. Por su situación geográfica, Andalucía está encuadrada de lleno en el clima mediterráneo, su vegetación y fauna deberían ser las características de los bosques y matorrales mediterráneos. Pero su heterogeneidad litológica, lo accidentado del relieve, lo variado del clima y la propia intervención milenaria del hombre, la han convertido en un mosaico del paisaje, con una rica diversidad ecológica.