Escritores como Álvaro Iranzo nos recuerdan que, después de todo, escribir significa triturarse el corazón, como si fuera carne de hamburguesa, en cada página. Emplea la estructura del blog y la del cuaderno del bon vivant: el libro está partido en pedazos de prosa poética —de ahí los cristales rotos—, como cuando llegan a una playa las maderas, los baúles y las camisas mojadas de un naufragio. Sus páginas se han escrito en la llamada pausa del guerrero: entre polvo y cerveza, entre canuto y melodía, el autor se ha sentado a contarnos algunas de las historias que ha ido mariscando en su experiencia. Muchos de los fragmentos que componen este libro están perfumados de tristeza, quizá a causa de la bipolaridad, como si fueran dos los gemelos que se reparten el libro y el día y la noche: por un lado, está Iranzo, acostumbrado a cerrar bares, a manosear la vida hasta caer redondo de orgasmos y literatura; y, por el otro, se encuentra Álvaro, quien narra con la nostalgia que sigue a la exaltación, es decir, en la resaca
oaquín María de Ferrer y Cafranga fue un apasionado liberal guipuzcoano ilustrado del siglo xix, que llegó a ser presidente de las Cortes, presidente del Consejo de Ministros, ministro de Estado y de Hacienda, alcalde de Madrid y de Pasajes, y senador vitalicio. Fue tambien un destacado empresario, que ayudo con su capital y su espiritu emprendedor al despegue industrial de España. Sobrevivio azarosamente a una condena a muerte de garrote dictada por el rey Fernando VII por haber votado en Cortes la regencia del monarca durante la invasion francesa de los "cien mil hijos de San Luis". Le fueron confiscados todos sus bienes y tuvo que exilarse en Paris durante varios años, donde fue editor de lujosos libros en miniatura de obras clasicas de la literatura española, y donde mantuvo amistad con el pintor Goya, quien realizo bellisimos retratos de el y de su esposa. Este libro, imprescindible para ayudar a ilustrar algunos de los episodios mas dramaticos y emotivos del siglo xix español, constituye una obra postuma del autor.
Escritores como Álvaro Iranzo nos recuerdan que, después de todo, escribir significa triturarse el corazón, como si fuera carne de hamburguesa, en cada página. Emplea la estructura del blog y la del cuaderno del bon vivant: el libro esta partido en pedazos de prosa poetica de ahi los cristales rotos, como cuando llegan a una playa las maderas, los baules y las camisas mojadas de un naufragio. Sus paginas se han escrito en la llamada pausa del guerrero: entre polvo y cerveza, entre canuto y melodia, el autor se ha sentado a contarnos algunas de las historias que ha ido mariscando en su experiencia. Muchos de los fragmentos que componen este libro estan perfumados de tristeza, quiza a causa de la bipolaridad, como si fueran dos los gemelos que se reparten el libro y el dia y la noche: por un lado, esta Iranzo, acostumbrado a cerrar bares, a manosear la vida hasta caer redondo de orgasmos y literatura; y, por el otro, se encuentra Alvaro, quien narra con la nostalgia que sigue a la exaltacion, es decir, en la resaca.Daniel Barredo