Los Griegos, siempre ahí, grandiosos titanes y pobres mortales, imperecederos, eternos, insuflando vida generación tras generación desde hace más de dos milenios. Sus mitos ocupan por derecho propio un lugar privilegiado entre todas las facetas de la cultura occidental a las que la civilizacion helenica supo imprimir una huella indeleble. Descubrimos su rastroen la literatura, en el arte. Al recordar, contar y recrear las viejas y queridas historias, pese a todos los cambios, prosigue la tarea enhechizadora que ejercieron desde su lejano alumbramiento. Pero esa es tan solo una de las acepciones del vocablo mitologia, la otra atañe a informarse sobre su origen, desarrollo, variantes, paralelismos dentro y fuera de Grecia. Bella tarea cuyo atractivo se acrecienta con el rigor cientifico de quien desenmascara los errores cometidos en las multiples interpretaciones del mito helenico, de quien se adentra en ese discurso analogico, pragmatico, tradicional y politico-social propio de una clase peculiar de lenguaje-pensamiento. Y lo hace a la par que se deleita con las hazañas de sus dioses, los logros de sus heroes, el semblante altivo de sus princesas, el terrible rostro de sus monstruos. Y con ellos se adentra en el Olimpo, en el insondable dominio del Mar, en el Hades o reino de los muertos. Quien tal camino sigue, de la mano de tamaños guias comienza a atisbar la razon de su grandeza, la sinrazon de sus miserias, el misterio que aun hoy rodea algunos de sus ritos y ceremonias. Y con ellos vive, revive y permite que le hablen, quedo al oido, en su propia lengua, la de los antiguos griegos
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