Joaquín Fernández

El objetivo de este libro es que el lector pueda adquirir los conocimientos sobre la organización del trabajo por proyectos, poner en práctica proyectos y hacer el seguimiento y valoración del mismo, utilizando las herramientas informaticas que ayudan en el control de cada fase.

Pese a su desencuentro casi constante con la política al uso, su endémica falta de unidad y su ambigüedad ideológica, el movimiento ecologista ha conquistado un espacio en el mundo de hoy gracias a i

La educación ambiental, como la cultura de la naturaleza en general, tiene antecedentes inequívocos en otras épocas que, aparentemente, han vivido ajenas a los problemas ecológicos o ambientales, expresiones de uso reciente que, sin embargo, describen antiguas inquietudes. Aunque no puede hablarse de un preocupación generalizada, desde hace al menos dos siglos existe ya plena conciencia de la degradación ecológica del entorno, con los bosques como referente fundamental, y de la necesidad de hacerle frente. Aquí se habla de las primeras ONG, como la Sociedad Protectora de Animales y las Plantas (1872) o la Sociedad de Amigos del Árbol (1914), con planteamientos e intenciones no muy diferentes a las de nuestros días. También se describe, con testimonios directos, la celebración de la Primera Fiesta del Árbol (1805) en un pueblecito de Extremadura.

Relato solvente y creible que puede interesar mas alla de la propia organizacion gracias a las cosas contadas por los trabajadores de la Oficina de Madrid (de la recepcion a la biblioteca, pasando por la secretaria, la direccion, las diferentes areas de trabajo y en especial la de comunicacion, que suele ser el centro de acogida), los responsables de las delegaciones territoriales, los numerosos socios o autores constultados, son los que han hecho posible este libro. Nota del autor.

Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós (1869-1941), marqués de Villaviciosa, epígono de la saga de los Pidales, fue un personaje tan célebre como extravagante. Por sus disparatadas intervenciones parlamentarias, le motejó la prensa como el Arniches del Parlamento y, por su precisión en el tiro, mereció el título de primera escopeta de España. Pocos como él supieron en su época disfrutar de la naturaleza. Cazó cinco osos y cientos de rebecos y de cabras hispánicas, pero también impulsó los Cotos Reales (1905) y los Parques Nacionales (1916), en complicidad con Alfonso XIII. Que el Parque Nacional de Covadonga (1918) fuera el primero no es ajeno a su militancia asturianista y a su creencia de que en Asturias "tenía que comenzar también la reconquista de la naturaleza". Para conseguir tales objetivos, se valió de la fama alcanzada en agosto de 1904 cuando, en compañía de Gregorio Pérez, El Cainejo, logró coronar la cima del Naranjo de Bulnes. Es el primer hito del montañismo español, que pone verdaderamente en el mapa a los Picos de Europa. Allí, en el Mirador de Ordiales, duerme el sueño eterno.

Picos de Europa, Parque Nacional, propone al lector un viaje por la historia de este paraje natural, y propone una reflexión sobre su insólita geología y los macizos que lo forman. Evidentemente, la riqueza de la vida animal y vegetal es una pieza clave para entender la complejidad de este medio. El realismo derivado de las fotografias hace que el lector pueda recordar la magia y la majestuosidad de este lugar tan seductor.

«El Zar de Asturias fue una de las muchas formas, sin duda la más afortunada y no menos cruel, de todas las que utilizara Clarín para referirse a Alejandro Pidal, su eterno enemigo. Tan solo en “Palique electoral” (La Unión, 26-4-1879) le llama Sr. Alejandro Pidal, Sr. D. Alejandrito, Alejandro, Pidal, además de incluirlo en el genérico los Pidales. Luego, será Pidalejo, Pidalito, Pidalín, Pidal junior o longior. En un único párrafo de otro “Palique” (Madrid Cómico, 21-2-1891), escribe: “Y en eso estábamos cuando [… quos ego, quiero decir, cuando se presenta el Neptuno en bable, el Júpiter Tronante (Tronante, señores cajistas, cuidado) de Pravia y de Piloña, el gran aguador de todas las fiestas de la libertad asturiana, el Barba Azul de montera picona, el hijo de Filipo José Pidal, o sea, Alejandro Mínimo, Alejandro el Barbudo, Perico el Ermitaño, iniciador de la cruzada contra los Torenistas, en fin, el discípulo de Aristóteles cardenalino, el hermano segundo y adocenado del marqués de Pidal”.»