Un atardecer que se prolonga hasta la madrugada y Emilio, sesenta y cuatro noviembres, en una mesa de la Casa de comidas convoca a sus recuerdos. Impresiones, sucesos, personajes, perfiles, reflexiones. Sinceridad, contradicciones y datos sentidos. Memoria: una memoria de tramos abrumadores, intensos, polifaceticos, amargos y enternecedores. Zaragozano: querida vecindad y afectos portilleros. El Portillo, Escolapios y Zaragoza en la distancia y con un cariño permanente hasta cuando la ciudad se escurre o desdeña a sus hijos. La amistad como hilo vital que le llevo al teatro, a una aventura teatral unica, rigurosa y maltratada; a los ideales emancipadores y al compromiso politico, al amor. Y arremangado en la atareada cocina. La Casa: un instituto de libertad, de libertad para decir lo que se siente y piensa, plato a copa y de palabras a miradas, para tantos narradores de verbo necesario y beligerante con censuras, mentiras y miedos. Su memoria resulta un viaje y el mar, el proposito noble y tesonero del mar, ha sido y es su guia util aqui en la estepa. Contar y en sazon para contar, acercandose al matiz ambientalista de las decadas que ha vivido, por como las ha vivido, sentido o padecido. A veces unicamente sugiere, otras desborda su relato. La suya es una edad repleta por cada dia: el tiempo y el ahora contemplados desde la memoria de la madurez lucida que conserva juventud y proposito. Por ello, a la sugerencia que le proponen, le apetece una recapitulacion dictada por sus emociones, por las compañias que eligio y preservando la soberania de su juicio. Es como volver al viejo hogar, echarle una ojeada, reparar en los rincones, acercarse al espejo y, descansado, mirar, mirar, mirar. Esta, asi lo ha elegido, en su Brumario.
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