Esta forma de mirar, sencilla y sesgada, quizás sea la más exacta definición de Arte. Y, definitivamente, Miguel Barrero la posee. Es un estado casi de santidad, que procede directamente de la infancia, una inocencia que no acepta los juicios preestablecidos y que crea realidades abiertas a cada vistazo. Una sabiduria que Miguel utiliza con tiento a la hora de contar la historia de su protagonista, que no es mas que la historia de una huida, tanto mas intensa cuanto mas pretende el regreso. En dicha huida al autor no le interesan demasiado los adjetivos de la situacion, los porques, los como, no quiere oir demasiadas explicaciones acerca de su protagonista, sino solo lo esencial, y despues deja trabajar la prosa, permite que la emocion surja de dentro de las palabras, sin apoyaturas retoricas ni subrayados externos.
En los primeros compases del siglo ix, Alfonso II el Casto viajaba desde su corte en Oviedo hasta uno de los confines más remotos del Reino de Asturias para contemplar con sus propios ojos el sepulcro donde, segun el obispo Teodomiro, yacian los restos del apostol Santiago. Aquella fue la primera peregrinacion jacobea documentada y el inicio de un fenomeno que perdura en nuestros dias y atrae hasta el antaño temido finis terrae a miles de personas de los cinco continentes. El escritor Miguel Barrero recorre el Camino Primitivo con el animo de averiguar las razones que mueven a gentes de diversas razas, creencias y nacionalidades a abandonar sus casas y caminar por las sendas por las que nuestros ancestros perseguian los secretos del crepusculo. El itinerario seguido por el monarca asturiano en aquel periplo inaugural, reconocido como Patrimonio Mundial por la Unesco en julio de 2015, es hoy un punto de fuga en el que se dan cita creyentes y agnosticos, viajeros y turistas, heroes y canallas. Una larga cadena tejida a lo largo de los siglos que recorre la distancia entre Oviedo y Compostela atravesando parajes tan hermosos como inquietantes: esas tierras en las que una vez estuvo el ultimo limite de la cristiandad y donde nuestros antepasados mas lejanos ubicaron los exactos dominios del fin del mundo.
En los primeros años de la posguerra, un niño evoca lo que hasta entonces ha sido su infancia en la cuenca minera asturiana sin saber que durante el resto de su vida deberá hacer frente a los fantasmas nacidos en esos tiempos poblados por la penuria y la desolacion. Espejo indaga en como un individuo puede no conocer su propia vida hasta el final de sus dias, en como los estigmas del pasado pueden conducir a un presente oprobioso; pero tambien sobre el fracaso, la derrota o la importancia del ser humano ante el lento, inexorable paso del tiempo. Esta novela ha obtenido el Premio Asturias Joven de Narrativa 2004 convocado por la Consejeria de Cultura, Comunicacion Social y Turismo del Principado de Asturias (Instituto Asturiano de la Juventud).