Pierre Manent

Comment nous orienter dans le monde ? C'est la philosophie politique qui peut le mieux nous y aider, répond Pierre Manent. Son livre propose un tableau raisonné du monde actuel. Il est, par là même, nécessairement aussi une réflexion sur le siècle écoulé, sur les guerres et les totalitarismes qui en ont occupé une si grande part. L'auteur s'efforce de saisir les articulations selon lesquelles notre monde s'ordonne et se meut. Il considère d'abord notre régime - la démocratie ; puis notre forme politique - la nation. Il réfléchit sur les rapports que l'une entretient avec l'autre et sur la crise qui les menace : au seuil du nouveau siècle, la démocratie tend à se détacher non seulement du cadre politique national accoutumé, mais même de toute forme politique reconnaissable. Les cœurs sont émus et les esprits obnubilés par la perspective prochaine d'une démocratie pure, délivrée de la vieille politique, et qui règnerait sans partage selon les règles du droit et les maximes de la morale. Telle est la « grande illusion » de notre temps. Cette « grande illusion », selon Pierre Manent, est de voir dans la politique l'obstacle qui nous empêche d'accéder à la vraie vie. C'est au contraire l'ordre politique qui est le véritable ordre humain.

Cada vez se habla más de una “crisis de la educación”, que suele asociarse con la decadencia de la autoridad. Alrededor de este tema, hoy en día se está librando un duro combate ideológico sobre la pedagogía de la era democrática. ¿Cómo articular las exigencias educativas con los valores del individualismo? El presente libro parte de un debate entre Patrick Savidan, el genetista Albert Jacquard, el profesor de Filosofía Alain Renaut y el experto en Ciencias Sociales Pierre Manent, para extraer jugosas conclusiones a propósito de la educación y la disciplina, haciendo emerger igualmente nuevas directrices para los tiempos que se avecinan, así como las múltiples divergencias que todos deberemos asumir y resolver.

¿Cómo orientamos en un mundo que cambia vertiginosamente? Según Pierre Manent, la filosofía política es una heramienta útil y amigable para hacerlo. Y, con esa convicción y ese propósito, el autor de este Curso nos propone un cuadro razonado del mundo actual que es, también, una refleción sobre el siglo pasado y un útil manual para comprender el presente y actuar sobre el futuro.

Tras la estela de Raymond Aron, Pierre Manent se ha significado en las últimas décadas, y así es reconocido en toda Europa, por su meticuloso y afinado estudio de la tradición liberal francesa, inseparable de nombres como los de Benjamin Constant, François Guizot y, sobre todo, Alexis de Tocqueville, a quien ha dedicado trabajos de la importancia de Tocqueville et la nature de la démocratie (1982). Desde su cátedra en el Centre de recherches politiques, Pierre Manent ha estado en condiciones de rastrear e interpretar, bajo una óptica singularmente atractiva -la que en parte acuñan los clásicos liberales tantas veces desoídos, cuando no reprobados in toto desde culposas ignorancias-, la génesis de la filosofía política moderna, expuesta al público en obras como Curso de filosofía política (2005) o Historia del pensamiento liberal (, 1990). En La razón de las naciones, Manent trasciende el plano académico para que rinda sus frutos en una batalla política de la mayor actualidad, cual es la pregunta por el sentido y justificación, por el horizonte y el proyecto, caso de que lo haya y sea algo más que un movimiento inercial, de constitución e indefinida ampliación de la Unión Europea. El panorama no puede ser, para Manent, más desalentador: el estado actual de la Unión va parejo a la paulatina disminución, como cuerpos que mueren, de los dos referentes fundamentales de la modernidad política, que un día le dieron al hombre su digna condición de ciudadano, y que no pueden ser otros que el Estado soberano y la Nación, progresivamente suplantados por una gobernanza democrática en la que una insondable maraña de reglas privatizan y suavizan a los hombres, inhábiles ya para la genuina acción política.

Si la doctrina de los derechos humanos se ha convertido en la única referencia legítima para ordenar el mundo humano y guiar la vida social e individual, la ley natural –observa el autor– “se caracte