Este precioso texto lo proclamaba y cantaba la Liturgia de la Iglesia en el Oficio solemne de Lecturas del Sábado Santo; y. junto con otros muchos especialmente, con los cuatro poemas del Siervo del Señor del profeta Isaias, nos ofrecen el rostro doliente de Jesucristo, aquel Varon de Dolores, dechado de todos los sufrimientos, triturado por nuestros pecados. La Iglesia tambien se lo aplica a la Virgen Maria, al pie de la Cruz, que, en silencio, en llanto y dolor indecible (la Madre Dolorosa), parece dirigirse a las gentes que pasaban por alli o estaban cerca. Hoy, despues de releer de un tiron este "Cuaderno-Diario" del Hermano Rafael e irme quedando anegado en el estupor y sobrecogido de un espiritu de emocion indescriptible, me atrevo a aplicarselo a este joven trapense, que dia a dia fue progresando en el amor infinito de Dios a traves de un prolongado sufrimiento cada vez mas acerado, pulido y acendrado. Totalmente sumido y anonadado en el asombro, me he quedado sin palabras y avergonzado de mis quejas por esos dias amargos que a todos nos toca vivir, por esas angustias que de vez en cuando se nos clavan en el alma, por esos dolores de cabeza que no nos dejan dormir o esas molestias intestinales que, pasadas las nauseas, aquietan tambien el corazon; por esas articulaciones que crujen por el oxido de los años ... Se agolpa en mi mente la imagen de Jesus en Getsemani y. con ella, la de algunos santos que llevaron en su cuerpo "las marcas de Jesus" (Gal 6,17), como San Francisco de Asis, el P. Pio...; y me siento abrumado ante la oracion y el sufrimiento terrible de este monje. Que moria cuando yo nacia, y al que empece a admirar y querer cuando de jovencito lei algunos de sus escritos. que incluso llegue a aprender de memoria ... Si el rostro es el espejo del alma. el alma de Fray Rafael es un alma joven y serena como la del imponente Cristo de Velazquez, recien dormido en la cruz despues de aquellas horas de insoportable tormento; un alma de una dulzura inefable y una atraccion que solo conoce quien hace propia la experiencia del mismo Señor: "Cuando levanteis en alto al Hijo del hombre. sabreis que "Yo soy"" (Jn B.27). Y en mi alma, hambrienta de silencio e inquirente de recogimiento, surge el deseo de la esposa del Cantar: "Llevame contigo, ¡corramos! (Cant 1,4). Jesus Esteban Barranco, Buenanueva
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