Las cartas que Jean Cocteau (1889-1963) escribió a su madre entre 1906 y 1918 poseen una riqueza cautivante. Relatos de aventuras, diálogos, pensamientos, bromas y hasta consejos para el perro Choko muestran que Cocteau no escatima tinta cuando se trata de reconfortar a su madre.
Ficha técnica
Traductor: Pedro Ubertone
Editorial: Libros del Zorzal
ISBN: 9789871081349
Idioma: Castellano
Número de páginas: 158
Tiempo de lectura:
3h 41m
Encuadernación: Tapa blanda
Fecha de lanzamiento: 23/11/2004
Año de edición: 2004
Plaza de edición: España
Alto: 18.0 cm
Especificaciones del producto
Escrito por Jean Cocteau
Jean Cocteau (Seine-et-Oisc, 1889 París, 1963) fue una de las figuras principales de la cultura francesa del siglo XX. Se expresó sobre todo como escritor, pero sus inquietudes nunca se vieron satisfechas con una sola actividad, ni tampoco con un único estilo. Brillantísimo polímata y genuino camaleón, Cocteau fue transitando desde sus comienzos románticos hacia el experimentalismo de una literatura que se quería la respuesta adecuada al cubismo pictórico. De un modo u otro, el francés siempre se situaba en primera fila de lo que podía considerarse la vanguardia, cuando no era su propia obra la que generaba esa actitud de avanzadilla estética. Se aprecia en su labor poética el encandilamiento con la palabra y su sonoridad: Poésies (1920), Opéra (1927), Clair-Obscur (1954). Pero si su dimensión poética puede acaso denotar un cierto gusto por el refinamiento extremado, no ocurre lo mismo con sus novelas, como Le Potomak (1919), Thomas limposteur (1923) y, muy especialmente, Les enfants terribles (1929). La relación con el teatro dio otro tipo de obras, dramas, argumentos de ballet, libretos de ópera... Cocteau colaboró de una u otra forma con varios de los compositores más grandes de su época: Satie, Poulenc, Stravinski. Como autor de dramas, sus obras que más huella han dejado en el teatro moderno son, probablemente, Les parents terribles (1938) y Les monstres sacrés (1940). Como cineasta, su filmografía es fecunda en ideas e influencias, y al menos dos de sus películas se alzan como auténticos clásicos: La belle et la béte (1945) y Orphée (1949).