Davinia Jiménez.
Todo lo mío es tuyo
Textos: Omar-Pascual Castillo; Víctor Del Río; Arístides Santana.
En el siglo XXI, la saturación iconográfica provocada por el bombardeo mediático de las imágenes generadas por los mass media, léase aquellas que provienen de la prensa impresa (en papel), la publicidad, la cartelística o las que retransmite una y otra vez la televisión, el universo del cine, así como las generadas fotográficamente desde la angular mirada de la lente y que luego desembocan y se desplazan vectorial, tangencial e imparablemente en un maremágnum infinito desde y por la plana pantalla del ordenador e Internet o las pantallas táctiles de los smartphones, nos han inoculado la visión.
Estamos como "vacunados" (metafóricamente hablando o quizás no tanto) de los significados de esa vanalización de la imagen, ahora carnavalesca, efímera, veloz y voraz que ya se convierte en una especie de rum rum, como una retahíla, susurro o ruido de fondo. Un tedeum, un tedio.
Sobre cómo convivir y reaccionar -desintoxicándonos- de y contra ese tedio que nos envenena y nos obstruye nuestra capacidad de observación, nuestra capacidad de lectura de la realidad mediatizada, es en lo que investiga desde el dibujo más expansivo, multidisciplinar y promiscuo, la obra de la joven artista canaria Davinia Jiménez. En ese límite incestuoso que Umberto Eco definía en Apocalípticos e Integrados, como opciones conductuales ante la cultura de masas, su obra se mueve saltando de un lado y otro de la reinterpretación y el consumo de las imágenes.
Optando por el dibujo como el mejor sistema lingüístico de la visualidad para desmantelar la solemnidad de la materialidad de la obra de arte actual, Davinia, se adentra en esta maraña de imágenes mixturizándolas, mezclándolas, deshaciéndolas; mientras las rehace desde su grafito, su esfumato, su grisalla, su suciedad aplanadora que desjerarquiza la importancia del valor sígnico-documental de cada una de ellas, a la vez que las convierte en tramoya, telón de fondo, background, donde el espectador se siente arropado, abrazado, envuelto, solapado por esta presencia artística que encueva su percepción (y su pensamiento) detenido en un instante, en este instante en el que el arte te recuerda que es el espejo de nosotros mismos, y te declara, abiertamente que TODO LO MÍO, ES TUYO y viceversa.