Estando de paseo en su región natal, el narrador, que no es otro que Philippe
Besson, ve en el vestíbulo del hotel a un joven de espaldas cuyo parecido con su
primer amor le golpea como un puñetazo. A partir de ahí relata el encuentro,
veinticinco años antes, entre dos adolescentes totalmente opuestos: uno, más
bien tímido, es hijo de profesor, alumno aplicado y lector empedernido; el otro
es hijo de campesinos, rebelde, carismático y misterioso, ídolo de las chicas del
instituto.
Su atracción es inmediata, sin equívoco. Los encuentros clandestinos que la
siguen se bañan en una fascinación teñida de culpabilidad y de negación. El
secreto que los envuelve los hace aún mucho más intensos. Sin embargo,
Thomas se muestra incapaz de expresar sus sentimientos, de aceptar lo que es.
Desaparece de la vida del narrador tan súbitamente como había entrado,
dejando al joven Philippe con la herida de un primer amor de regusto
inacabado. Al final del relato, años después, el autor se entera con infinita
tristeza de que aquel radiante Thomas de su juventud ha pasado la vida
intentando combatir su naturaleza y disimularla a ojos de todos, lo que
precipitará su trágico final.
A la edad en la que todo es posible, vemos empezar a dibujarse dos destinos
ineluctables: el de un chico a punto de negar la evidencia, de optar para toda la
vida por la mentira, y el de otro que se convertirá en novelista, constructor de
ficciones, contador de historias. El relato de sus amores es un testimonio
impactante y desgarrador, pero exento de todo juicio moral, de la dificultad de
ser uno mismo en ciertos contextos sociales o familiares.