Este Diario de pensamiento, con su sabor pascaliano, es una “conversación infinita”, la misma que su autor ha cultivado, a lo largo de los años, con sus afinidades electivas. Antonio Moreno nos trae en estas páginas sus diálogos, siempre anticipación de otros en los que tampoco se alcanzará la meta (“¿Para qué?”, nos interpelaría él), con sus autores de cabecera, pero también, sin jerarquía aparente, con sus amigos y saludados. En cierto modo, este libro podría titularse De Tolstói a Kurosawa, alfa y omega circunstanciales y movibles; hermosa paradoja, pues con el ruso y el japonés empiezan y terminan todos estos escolios (a lo Gómez Dávila) o pensées (a lo Pascal), aunque podrían hacerlo igualmente con un alemán y un francés (De Jünger a Montaigne). En el dédalo de sus lecturas podrá sentirse extraño el buen lector de este precioso carnet de route, sentimiento que sin embargo agradecerá. Se pregunta el autor, una y otra vez, por el sentido (“¿Qué sentido tiene todo esto...?”), aunque, en realidad, no le preocupa tanto a dónde se va, sino que se siga adelante, con los ojos abiertos y el corazón alegre: en la vida hay que esperar siempre un vuelco redentor, como el del señor Watanabe, el del bel morir del icónico filme de Kurosawa.