No resulta exagerado afirmar que los antiguos romanos adoraron el amor. Otorgándole la más alta consideración, cantaron y alabaron sus excelencias, además de practicar, por supuesto, todas sus variantes. El amor ocupó el centro de su pensamiento, a la vez que se instalaba en el corazón de la sociedad y se manifestaba en sus costumbres. Relacionado inicialmente con lo sagrado, se aparta de esa instancia y se convierte en institución cuando se multiplican sus ritos y representaciones, a partir del siglo I. En ese momento empieza su reinado y los poetas se lo apropian para reverenciarlo en todos sus matices. El amor se mezcla así con asuntos de alta política �basta recordar a César, Cleopatra y Marco Antonio� y se encuentra incluso en la raíz de la decadencia del imperio, ejemplificada, entre otros, por personajes como Mesalina o Nerón. El autor analiza con brillantez este aspecto tan poco estudiado de la antigüedad, a menudo limitado a ciertos tópicos y que permite, no obstante, profundizar ampliamente en la comprensión de la civilización romana.
Ficha técnica
Traductor: Javier Palacio Tauste
Editorial: Paidos Iberica
ISBN: 9788449308055
Idioma: Castellano
Número de páginas: 350
Tiempo de lectura:
8h 20m
Encuadernación: Tapa blanda
Fecha de lanzamiento: 12/01/2000
Año de edición: 1999
Plaza de edición: Barcelona
Colección:
Paidos Origenes
Paidos Origenes
Número: 11
Alto: 24.0 cm
Ancho: 16.0 cm
Especificaciones del producto
Escrito por Pierre Grimal
PIERRE GRIMAL (París, 1912-1996) fue historiador y latinista. Formado como filólogo clásico en la Escuela Normal Superior de París y la Escuela Francesa de Roma, su labor docente se desarrolló en las universidades de Caen, Burdeos y la Sorbona. Traductor de autores clásicos como Tácito, Plauto, Terencio o Luciano de Samósata, y autor de biografías noveladas de algunos personajes romanos, contribuyó sobre todo a la difusión de la cultura grecolatina entre el gran público con obras como el Diccionario de mitología griega y romana, El imperio romano, Virgilio, Séneca o Cicerón. Miembro de la Académie des Inscriptions et Belles-Lettres, institución que llegó a presidir, su trayectoria fue reconocida con numerosas distinciones y reconocimientos que le convirtieron en uno de los de los más insignes especialistas franceses en el mundo clásico.