Y Merlín lo llamó "El Trono Peligroso", Peligroso para lo bueno y lo malo; "Porque ahí", decía, "Nadie podía sentarse, si no se perdería". Y una vez sin darse cuenta Merlín se sentó en su propia silla, y así se perdió; pero él, Galahad, cuando supo la suerte de Merlín, gritó: "¡Si me pierdo, me salvo!".