A pesar de las dudas y dificultades que planean sobre la figura de Petronio, refinado aristócrata del tiempo de Nerón, y la fecha de elaboración de su obra, El Satiricón continúa siendo una de las composiciones de la Antigüedad que mayor interés despiertan en el lector moderno. Una vez superada la sensación de desconcierto que provoca el estado fragmentario en que nos ha llegado y las dificultades para reconstruir el argumento central, este único testimonio (junto con El asno de oro) del género novelesco en Roma nos depara la cautivadora y dinámica narración en primera persona de las peripecias de Encolpio, un pobre diablo que se busca la vida junto a sus amigos en un mundo lastrado por la corrupción y el libertinaje. «El Satiricón es un abigarrado y pintoresco relato, lleno de lances singulares, de descripciones cómicamente fabulosas cuya acción, varia y cortada con trances inesperados y grotescos, tiene un ritmo acelerado de crescendo. La obscenidad sin ningún paliativo campea en las páginas de este libro decadente y singular. El Satiricón, que carga las tintas en la descripción de costumbres relajadas y nefandas, tiene una innegable gracia en el estilo, único en su clase en la literatura latina».Martín de Riquer y José María Valverde, Historia de la literatura universal
Ficha técnica
Traductor: Lisardo Rubio Fernández
Editorial: Gredos
ISBN: 9788424907426
Idioma: Castellano
Número de páginas: 224
Tiempo de lectura:
5h 17m
Encuadernación: Tapa blanda
Fecha de lanzamiento: 13/05/2010
Año de edición: 2010
Plaza de edición: Es
Colección:
Varios Gredos
Varios Gredos
Número: 018
Alto: 21.3 cm
Ancho: 14.0 cm
Peso: 285.0 gr
Especificaciones del producto
Escrito por Petronio
Petronio fue un escritor latino. Supuesto autor del Satiricón, se le suele identificar con un aristócrata citado por Tácito que vivió en Roma en el siglo 1 de la era cristiana y que fue gobernador y procónsul en Bitinia. Famoso por su elegancia, se ganó el sobrenombre de Árbitro porque ejerció de “árbitro de la elegancia” en la corte de Nerón, que lo había nombrado su consejero en “cuestiones de buen gusto”. Se suicidó tras ser condenado a muerte por haber conspirado contra el emperador.