Furgón de cola —libro cuya primera intención es interrogar otros autores y otros libros— tiene todas las trazas de ser un libro de crítica literaria (donde, sin embargo, no faltan pintores, dibujantes, escultores). Pero, a poco que se penetre en él, se hace evidente un lenguaje distinto al habitual de la crítica, un lenguaje de aforismo, sin discurso, compuesto de un tableteo de frases como una sucesión de disparos que a veces no disimulan su intención de herir e incluso de matar.