El clasicista Don Juan Valera dejó troquelada "A vista de Granada", en Mariquita y Antonio, junto al efecto de silencioso extasis que provoca la panorámica de la ciudad, una fórmula sintetica de lo que esta ha representado para la literatura: la posibilidad de verlo todo", aunando "lo ideal y lo real". A la distancia de siglos, similar impulso había movido al caballero Guillabert de Lanroy, que luchaba junto a Don Fernando de Antequera, para obtener, en la tregua del combate, un salvoconducto que le permitiese visitar Granada, con sus muchas "cosas bellas y maravillosas de ver".