Lunwerg Editores - 9788477827702
La belleza acecha por todas partes. La luz es su cómplice. A veces hay que disparar la cámara fotográfica para poseerla. Prácticamente desde que empece a mirar no he dejado ni un instane de hacerlo. Cuando el primer resquicio de luz choca con algo, en el nacimiento del día en mi dormitorio, ya se produce el milagro: la irrealidad se hace tangible, la belleza emerge y me provoca.á Y así todo el día y todos los días. Un rostro ensimismado apoyado en una ventaniola de un autobús a las ocho de la tarde despues de una jornada de trabajo, la sombra intensa de un árbol en el pavimiento urbano de un día tórrrido de verano, una silla vacía en la puerta de un garaje, todo está esperando acechando. Las imágenes están provocando constantemente, sólo hay que aislarlas, detenerlas, poseerlas. me divierto mucho, pero tambien sufro, porque todo se escapa no existe, ya ha pasado.á Casi nunca llevo la máquina fotográfica encima, premeditadamente.á Había llegado a no hacer nada, a no ver nada, con esta obsesión de posesión.
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Escrito por Leopoldo Pomés
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