Imagínese en el período cretácico. Es una tarde soleada en el Hell Creek de la antigua Montana hace 66 millones de años. Un Triceratops Horridus deambula por la linde del bosque. En cuestión de horas todo aquí desaparecerá. El verdor exuberante será reemplazado por el fuego. El Tyrannosaurus Rex será derrocado de su trono junto con todas las demás especies de dinosaurios no aviares, sin importar su tamaño, dieta o disposición. La causa de este desastre se identificó hace decadas. Un asteroide de unas siete millas de ancho se estrelló contra la tierra dejando una herida geológica de más de cincuenta millas de diámetro. En la terrible extinción masiva que derivó del impacto más de la mitad de las especies conocidas desaparecieron durante la noche. Pero este día horrible en la historia de la vida en la tierra fue tan crítico para nosotros como lo fue para los dinosaurios, ya que permitió oportunidades evolutivas que habían estado cerradas durante los últimos cien millones de años.