MICHAEL JACKSON. DEL ESTUDIO A AL ESTADIO O2

Michael Jackson ha sido ambicioso e intuitivo, cantante incomparable y showman instintivo e innovador, que alteró profundamente la música y su mercado. Durante tres décadas el mundo del espectáculo siguió anhelante sus extravagancias, su creatividad y sus hallazgos. Despertó amores y odio, inspiró toda una escuela de imitadores, batió records, escandalizó y enamoró. Fue dueño de una gran maestría vocal, un intérprete fuera de serie, expresivo, intenso y sincero. Heredero directo de James Brown, Jackie Wilson y otras fieras del escenario, pero también lo es de Nat King Cole, Jhonny Mathis y demás delicados y sensibles crooners negros. En Jackson se descubre lo mejor de la historia afroamericana: blues, jazz, gospel, rock, R&B, soul, funk y hip hop. Su técnica vocal es tan perfecta como la de Billie Hollday. En sus discos se puede encontrar desde la balada más sentimental y tradicional hasta composiciones vanguardistas de corte industrial, pasando por Tin Pan Alley y Brodway, heavy metal, piezas con influencias exóticas, sin olvidar la música clásica europea que tanto le fascinaba. Pero un retrato de Michael Jackson quedaría incompleto sin hablar de su gran talento como bailarín. En definitiva fue un suceso planetario que se proyecta más allá de sus méritos artísticos. Pero a la vez que un genio fue un personaje excéntrico, con una insólita y fascinante personalidad peculiar e inexplicable. Su infantilismo intencionado y comportamiento naïf le acarrearon más de un problema con la ley. Fue único, irrepetible y fascinante. Su presencia alteró para siempre la música popular, la enriqueció y quizás le hizo un daño irreparable. Su ausencia marca el principio de otra etapa. Michael Jackson es el Rey del Pop.