¿Han detenido ya a ese asesino? Lucas y yo nos miramos, no sabemos nada, esta tarde pasaremos por comisaría le prometo, Luis hace un gesto con la mano y se levanta de la mesa para ir a la capilla, yo espero a que limpien la mesa para releer desde la página 355 de mis notas, Lucas me deja solo, sabe que necesito estarlo para trabajar, Lucas deambulará por el hospital de la capilla a la cafetería y de la cafetería a la capilla, yo comienzo a leer. El ambiente es irrespirable, conciliábulos anarquistas por todas partes, insultos a los supervisores, apedreamiento del capataz, esto va a estallar y no seré yo quien se manifieste de forma violenta, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, no sólo en los trabajos del parque los obreros están iracundos, lo mismo sucede en todas las fábricas, lo mejor sería desaparecer, ocultarnos en casa de Pethra, pasar los días jugando al ajedrez tampoco estaría mal, ¡y la situación estalla! Como en un juego de cajas chinas literarias, esta novela captura meticulosamente la esencia del protagonista escritor, mientras el protagonista escritor captura la esencia de sus personajes a medida que los va creando. En la dinámica narrativa, Marcos Hernández Gutiérrez convierte los escenarios mismos en personajes, ya que el relato dentro del relato explora la identidad de cada lugar con las luchas sociales que se libran fuera y dentro de las conciencias. Tenemos entre las manos una historia escrita con una prosa cruda y sin censura, con un estilo direct