«Dios, para encarnarse, primero habla. Se dirige a una persona concreta: María de Nazaret. Este es el contenido neurálgico de este libro. Dios habla a María y, entre el hablar y el hacer de Dios, emerge el espacio de libertad en el que esta joven, llamada a ser madre del Hijo de Dios, tiene que decidir. Desde su espacio de libertad, María se pronuncia en unos términos que no dejan lugar a la vacilación o a la duda: «¡Hágase! ¡Hágase en mí según tu Palabra!». María, en su libertad, hace posible el paso del hablar al hacer de Dios en lo que respecta a la Encarnación. Se fía de lo que oye de Él: su Palabra. Y espera, confiada y amorosamente, su hacer». (Del Prólogo).