"""Acreditei durante muito tempo ter vindo ao mundo de um modo diferente de toda a gente. Foi minha avó Catarina - e as avós nunca mentem - quem me meteu esta ideia na cabeça. Costumava contar-me que, num dia de Inverno, de manhã cedo, apesar do nevoeiro, o faroleiro João de Castro tinha ido à praia da Adraga apanhar polvos, quando deu comigo metido num ovo enorme, com a cabeça, as pernas e os braços de fora."" Assim se inicia o último romance de Almeida Faria, num piscar de olhos ao mito sebastianista que se vai desenrolando sob o olhar atento do leitor."
Despues de una gran tormenta, exactamente cuatro siglos despues del nacimiento del celebre rey Sebastián de Portugal, un farero descubre en la playa de la Adraga, en una gigantesca cáscara de huevo, a un niño fantastico. Debido a su misteriosa aparicion y a la extraña coincidencia de las fechas, lo llaman Sebastian. Pero, contrariamente a su homonimo del siglo XVI (misogino y poco dado a las cosas del amor), quien, segun anuncia la leyenda, un dia volvera para restaurar la grandeza del imperio portugues, el joven Sebastian revela desde los primeros arrumacos de su ama, a los dos años, un sorprendente talento para las artes y las batallas del sexo, entre las que ira creciendo en destreza y sabiduria. La empresa a la que se consagra el nuevo Sebastian, es, pues, de otra indolea: una campaña devastadora contra la tristeza, la frustracion, la monotonia y a favor de los gozosos y creativos juegos del amor y de la sensualidad, del placer, en suma.
Libros de la Umbría y la Solana, S.L. 9788494698804
Hace años, tras los cuatro inquietantes dibujos que el artista portugués Mário Botas hizo para cuatro novelas mías, pensé en devolverle la jugada imaginando una historia sugerida por un cuadro suyo. Elegí Mise au Tombeau por la posibilidad de exorcizar, en el enredo que fui fantaseando, el descenso a los reinos subterráneos donde todas las civilizaciones sitúan los infiernos. Así surgieron, venia paródica a Les Rêveries du Promeneur Solitaire, las páginas de Los paseos del soñador solitario, un cuento atravesado por deambulaciones algo alegóricas y alusiones al mundo de los muertos. Las pocas noches que pasé en el caserón palaciego que el armenio Calouste Gulbenkian reconstruyó en París para vivir en él y reunir sus obras de arte me llevaron a imaginar el cuento Vanitas. Más tarde, consulté las cartas intercambiadas entre Saint-John Perse, futuro Premio Nobel de Literatura, y este su mecenas durante los difíciles años del autoexilio del poeta. De todo ello resultó, con la debida libertad ficcional, una reflexión sobre la idea de la precariedad de nuestra frágil
En su palacete parisino de la avenida de Iéna, 51, el mecenas y coleccionista Calouste Gulbenkian protagoniza un encuentro entre tinieblas con el artista plástico que conduce la acción de este relato: ensoñaciones y recuerdos de sus obras más queridas y cómo llegaron a formar parte de su colección (base de la fundación lisboeta del mismo nombre), de Fantin-Latour, Rubens, Rembrandt, Cranach o Velázquez, donde la vanitas clásica, esa conciencia de la inutilidad de los placeres mundanos y la futilidad de la vida, nos lleva a un lado y otro de la frontera entre la fantasía y la realidad, la creación artística y la pasión del coleccionismo. Además de la reproducción de las obras que son objeto de este diálogo, la reflexión de Almeida Faria se complementa con el tríptico Vanitas, que la pintora portuguesa Paula Rego creó especialmente para esta obra.