Tienes, benevolente Lector, en tus manos el primer volumen de las crónicas más personalísimas que sobre las recientes Historias leonesa, española y universal podrás encontrar. Estás, pues, ante el hijo emancipado, pero legitimo, de uno de los escasos periodistas irreverentes y causticos (nunca sosos) que viven, fuman y beben en la abanderillada Piel de Toro. Con las filipicas de Antonio Nuñez solo se puede estar en desacuerdo o en desacuerdo, porque el autor aborrece, como gato escaldado, los consensos y las unanimidades (en esto le viene a suceder como a Marx, don Groucho); pero, aun asi, cada domingo, dia del Señor, muchos nos convertimos en verdaderos feligreses, o sea, en feligreses poco practicantes, que en el horario del vermu, ante la cara circunspecta de los circunstantes, nos despanzurramos con el ingenioso albedrio del bañezano. Muchos somos algunos, pero no todos, porque el tandem Nuñez-Juarez, merced a su olimpico ejercicio con la libertad de expresion, ha logrado en sus años de maridaje levantar un sinnumero de salpullidos en colectivos de todo pelaje. No hay circo donde no crezcan los enanos. Item hay que agradecer que su mirada clorhidrica sobre lo que acontece en la rua nos regale cada semana narraciones plenamente irrespetuosas con la memez y la correccion politico/social, ademas de venir salpimentadas con esa cachonda literatura que desde Juan Ruiz a Antonio Valbuena, de Quevedo a Cela, se mantiene vigorosa y, aun añadiriamos, priapistica. Hay que agradecerle a Nuñez -estando a veces disconformes con el fondo de su baul- la absoluta falta de higiene y genuflexion ante los diversos imperios e imperativos que nos adocenan. Su literatura mantiene la tradicion encumbrada por Larra, y nada tiene que ver con esa prensa que, en general, se nos presenta mas que como aseptica, como atorrantemente autopsica. Echando la vista a estas paginas, se entiende mejor quien ha sido y es cada quien y a que va cada cual. Los personajes quedan en esta cronica descritos, retratados, destilados en su caricatura. Sus ideas, obras u omisiones no les van a la zaga. Al final, diremos como el sabio: "La cosa es que no da para mas". Y, por si no quedara claro, otro Antonio, esta vez apellidado Juarez, va y remata la jugada magistralmente, dibujando esa ventanita indiscreta por la que se puede ver la vida intima de lo que se acaba de narrar, con sus andrajos y entretelas. Por lo tanto, animosos Lector, pasa al interior y toma, sin prisas, sorbo a sorbo, estas arrancaderas de alta gradacion literaria. Veras la Historia, esa petulante Historia que tratan de colocarnos los ilusionistas de tres al cuarto, vestida con su mejor prenda: la desnudez. Y veras como, poco a poco, por lo menos los domingos, dejas de comulgar con ruedas de molino.
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