Avelino Hernández

Donde la vieja Castilla se acaba es, más que un libro, una declaración de amor, una introspección poética, un recorrido por una tierra que es más que eso, una exaltación, en fin, de todo lo que la literatura tiene de misterioso y emocionante. Es lo que ha hecho que sea ya un clásico de la literatura castellana y española y es lo que hace que continuamente uno regrese a él como a esos libros que nunca mueren, porque son vida en estado puro. Por eso, entre otras razones, para mí es un privilegio y un orgullo prologarlo"".Del prólogo de Julio Llamazares."

L'autor acaba per demostrar-nos una cosa que ens va advertir al començament d'aquest llibre d'històries increïbles: que no cal anar gaire lluny per a saber que ocorren coses molt estranyes en el món. De vegades, n'hi ha prou amb caminar uns metres, fins al teu propi jardí. El que sí cal és saber veure-les, i no haver perdut la capacitat de sorprendre-s'hi. (Del pròleg de Care Santos.) ...Això és tot el que he après des que vaig començar a témer-me que els ocells eren uns animalons molt estranys. I aleshores vaig començar la meva investigació. T'he de confessar que, de vegades, mentre escrivia aquestes rareses dels ocells, em passava pel cap que el que a tu t'estava passant pel teu era que el vertader estrany som jo. I ara, quan acab el llibre, pas pena que la teva conclusió sigui que no és que sigui estrany, sinó que estic una mica boig. (Avelino, en la introducció i la nota de comiat.)

El delirio agónico –narrado en tiempo real.. de una anciana dama que muere en la soledad más absoluta, acompañada únicamente de su perra, suministra a Avelino Hernández el material narrativo para reconstruir una v9ida y una personalidad, la de Helena Lubomirska, sobre el retablo de fondo de los decisivos acontecimientos que jalonan la Europa del siglo XX. La figura de Helena Stanford, nacida Lubomirska, sedimenta la trayectoria vital de una generación que nace y muere con el siglo y que, a diferencia de lo que ha sido habitual en la literatura, se presenta no desde la impresionante altura de los hechos entre los que discurre, sino desde la perspectiva de una experiencia personal y anónima marcada por el devenir de la Historia.Avelino Hernández se sirve aquí de la personalidad y la vida de Helena Lubomiska para vertebrar con su prosa certera, emocionante, cargada de poesía, un relato desgarrados y sincero que llega hasta lo más hondo de nuestra conciencia, lacerándonos con el reconocimiento de saber que todo el sufrimiento que en él se relata, las continuas persecuciones, la degradación de los campos de concentración, el miedo en la guerra fría y el escaso valor de una vida humana en tiempos de terror, sucedieron realmente.

Askotan bezala, bidaian abiatu zitzaizkion, eta amonaren etxera bidali zuten, herriska batera. Umeak maite zituen mendia, herrizka eta amonaren etxea, baina... triste zegoen: gurasoek beti zuten aitzakiaren bat verarekin ez egoteko.

Carol pasaba los veranos con sus padres en Mallorca. En un Chalé situado en la costa salvaje de la bahía de Alcudia, frente a una isla misteriosa que se llama Aucanada. Muchas tardes, los padres se marchaban y ella se quedaba sola en el Chalé de la costa salvaje, frente ala Aucanada. Aunque la isla no estaba muy lejos, no le dejaban llegar hasta ella nadando. Le decían: “Hay corrientes extrañas que arrastran al que lo intenta”. Y también le decían que por las noches vagaban por ella los espíritus de unos soldados muertos. Durante muchos años, la única persona que vivió en la Aucanada fue un torrero que se encargaba de encender el faro cuando se hacía de noche. Se llamaba Tomeu. Un día Carol le conoció, y se hicieron amigos...Avelino Hernández ha escrito una hermosa historia sobre una isla solitaria y su entorno misterioso, donde viejos espectros conviven con los hombres del mar, los seres de las profundidades y los niños curiosos.

Ion sale con su padre a escalar al campo, pero sufren un percance, y el niño se pierde intentando buscar ayuda. Finalmente le encuentra un cazador del pueblo cercano, y entre todos los habitantes del lugar le cuidaran y contaran historias sobrecogedoras hasta que su familia llegue a recogerlo.

Aquel niño era hijo de unos padres que nunca estaban. Aquel viejo se había jubilado y estaba solo. Un día se encontraron y se hicieron amigos. Una tierna historia que

Avelino Hernández nació en 1944 en Valdegeña (Soria). Estudió Filosofía y Letras, Humanidades, Filología árabe y Derecho, hasta que su intensa implicación en la lucha contra la dictadura le llevó a la clandestinidad y a la cárcel. Murió en Selva (Mallorca) el 22 de julio de 2003. Escribió libros de viajes (Donde la vieja Castilla se acaba, Crónicas del poniente castellano, Itinerarios desde Madrid o Myo Cid en tierras de Soria), relatos infantiles y juveniles (Una vez había un pueblo, Silvestrito, La boina del contador de cuentos o Conspiración en el parque del retiro), poesía (El septiembre de nuestros jardines y Las bolsas de la basura, inéditos) y novelas tan inolvidables como: La historia de San Kildán (Premio Miguel Delibes 1986), La Sierra del Alba (1989), El día en que lloró Walt Whitman (1994), Una casa en la orilla de un río (1998), Los hijos de Jonás (2001) y La señora Lubomirska regresa a Polonia (2003). Este libro póstumo de Avelino Hernández, aun planeando sobre él la muerte o precisamente por eso ("Arden las pérdidas", que escribió el poeta Gamoneda), es un canto a la vida y a sus frutos; sobre todo a ese fruto excelso que, según Epicuro y Avelino, es el más dulce de todos: el fruto de la amistad. Mientras cenan con nosotros los amigos se construye sobre una sucesión de historias que tiran unas de otras como las cerezas que alguien saca de una cesta en el verano o como los cangilones de una noria que se nutre de las aguas subterráneas de una vida llena de sueños y de experiencias. Y al final, la pregunta que el escritor se hace y a la que trata de responder con este montón de historias es tan simple como ésta: cómo vivir.

El setembre dels nostres jardins és un llibre amarat de mediterraneïtat, un passeig a través dels paisatges més íntims i personals d'Avelino Hernández, un escriptor que escollí Mallorca com a refugi de bellesa i creativitat, i on va viure els seus darrers anys. Els poemes que conformen aquest recull són un veritable cant a la vida, un diàleg lúcid i lluminós ple de respostes senzilles a la pregunta que, sens dubte, constitueix la raó de ser de la nostra existència: com viure?