La voz de Barbara Hendricks (Stephens, Arkansas, 1948), formada en el canto espiritual negro y el blues, ha marcado desde su infancia el camino de su vida. Tras realizar sus estudios universitarios, inició su formación lírica en 1968 en la Julliard School of Music. Desde su debut en 1974 como soprano en la Ópera de San Francisco se convirtió en la voz más admirada de su generación. Comprometida con los derechos humanos, en plena guerra de Bosnia cantó en una Sarajevo aún sitiada. Ha colaborado en distintas campañas de ayuda internacional y en 1985 fue nombrada Embajadora de Buena Voluntad de la ACNUR. En 1998 creó la Fundación para la Paz y la Reconociliación que lleva su nombre. El presidente Mitterand le impuso la Légion d’Honneur en 1992 y, en 2000, recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.
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En la decada de 1950, la sociedad americana no ofrecía muchas oportunidades a una niña negra, sin apenas dinero para zapatos, nacida en una de las regiones en la que los de su raza estaban privados de casi todos los derechos que tenian los blancos. Sin embargo, Barbara Hendricks, que crecio al tiempo que cobraba fuerza el Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos, supo convertir todo aquello en una ventaja para vencer el miedo y seguir adelante. En propia voz son las memorias de la bitacora vital de aquella niña negra que con su teson y el extraordinario talento de su voz logro cambiar su destino hasta convertirse en la soprano mas admirada de su generacion.
«Nací en el sur de Estados Unidos: la segregación racial nos impedía ir a las mismas escuelas o frecuentar los mismos restaurantes que los blancos. Mi padre era pastor; mi madre, institutriz. Siempre