Lo cierto es que no se camina nada o se camina poco y mal. Se camina sin ver, sin contemplar, sin abandonarse al paseo, constata Edgardo Scott al inicio de este sugerente ensayo. En la era del automovil, del footing y de las pantallas, el arte de caminar parece en peligro de extincion. Pues caminar es puede ser algo mas que desplazarse a pie, dar un paso tras otro, ejercitar las piernas por prescripcion medica. Como atestigua una larga tradicion de escritores, pensadores y artistas a los que Scott convoca, homenajea y sigue en estas paginas llenas de asociaciones canonicas e imprevistas de san Ignacio de Loyola a Damon Albarn, pasando por Baudelaire, R. L. Stevenson, Borges, Machado y Rosa Chacel, caminar es una forma de meditacion estetica y filosofica, de imaginacion literaria y politica; una forma de escritura y de lectura en movimiento que nos ayuda a descifrar el mundo que nos rodea y tambien a nosotros mismos.
El escritor profesional se muestra en redes, opina sobre los temas de su tiempo, declara en contra de las injusticias pero nunca pone en jaque la raíz del problema, la crítica es vacía y calculada. Lo suficiente para evitar que lo acusen de superficial cuando postea su selfie. Es joven, bueno no tanto, lo justo para mostrar que rompe con la tradicion. No lee, no tiene tiempo para esas cosas, no recomienda a sus contemporaneos. Seamos positivos, tiene agente.Ser artista o poeta (hubo un tiempo no tan lejano en que el escritor de "narrativa" tambien aspiraba a que en sus paginas hubiera arte o poesia) es una operacion, no se trata de una esencia o un bien. La identidad del artista o poeta es un disfraz que el sujeto se pone durante el tiempo que dura esa gracia, ese juego, ese hallazgo o, si se quiere, menos romantica y mas precisamente, esa practica. Aunque ese tiempo, por supuesto, incluya un "trabajo artistico", aunque ese tiempo tenga las limitaciones del artista o el poeta mismo.
«Lo cierto es que no se camina nada o se camina poco y mal. Se camina sin ver, sin contemplar, sin abandonarse al paseo», constata Edgardo Scott al inicio de este sugerente ensayo. En la era del automóvil, del footing y de las pantallas, el arte de caminar parece en peligro de extinción. Pues caminar es —puede ser— algo más que desplazarse a pie, dar un paso tras otro, ejercitar las piernas por prescripción médica. Como atestigua una larga tradición de escritores, pensadores y artistas a los que Scott convoca, homenajea y sigue en estas páginas llenas de asociaciones canónicas e imprevistas —de san Ignacio de Loyola a Damon Albarn, pasando por Baudelaire, R. L. Stevenson, Borges, Machado y Rosa Chacel—, caminar es una forma de meditación estética y filosófica, de imaginación literaria y política; una forma de escritura y de lectura en movimiento que nos ayuda a descifrar el mundo que nos rodea y también a nosotros mismos.