Habiendo acumulado más riqueza y poder de los que nunca pudo soñar, Dante Chiavari, el mejor agente del rey, el hombre más frío y peligroso de Inglaterra, quiere volver a su tierra natal, Italia, y recuperar todo lo que un dia pertenecio a su familia. Pero antes, debe realizar una ultima mision: raptar a la inocente Avalene de Forshay y hacerla desaparecer para siempre de la forma que crea mas conveniente. Ya sea tomandola como amante u obligandola a que ingrese en un convento, acabando con su vida o convirtiendola en su esposa sera suya para hacer con ella lo que quiera.Engañada, traicionada, seducida asi se siente Avalene cuando descubre que es la prisionera del despiadado guerrero que la ha conquistado por completo.Ambos trataran de luchar contra sus sentimientos, pero la salvaje y violenta pasion que estalla entre ellos destruira todas sus defensas y se convertiria en fuego bajo su piel en su sangre en su corazon
Ambientada en la Inglaterra Medieval, El señor de la guerra narra uno de los romances con más encanto, sensualidad y dulzura que he leído hasta la fecha. Tras regresar de Las Cruzadas y acceder al título de Baron de Montague, Kenric se ve obligado por mandato de su Rey a contraer matrimonio con Tess de Remmington. Tess huyendo de la cautividad que la ha mantenido bajo las manos de su padrastro durante años busca refugiarse en la apacible vida de un convento, mas por obligación real debe casarse con el terrible guerrero al que apodan el Carnicero de Gales, en honor a las atrocidades que se le asignan.
El poco común sol inglés brillaba sobre ella de tal manera, que cerró los ojos e inclinó la cabeza hacia atrás para dejar que calentara su rostro. El aroma de las hierbas y de las flores de los manzanos perfumaba el aire. No todo era malo en Inglaterra, decidió. Quizás pudiera casarse con un inglés algún día, un hombre como el que había entrado a caballo en Lonsdale esa mañana. Abrió los ojos y volvió al trabajo con energías renovadas. Ella no era una doncella inglesa consentida que pudiera andar holgazaneando por el jardín, aunque su cabeza estuviera llena de fantasiosas ideas. Desde que había visto al barón de Montague entrando a caballo en la fortaleza, se había pasado una buena parte del día intentando olvidarlo. Su curiosidad la había metido en problemas otra vez. Sus pensamientos no la acosarían si esa mañana se hubiera ocupado de sus tareas como debería haber hecho. Pero había oído hablar tanto del barón de Montague que deseaba verlo aunque fuera sólo un momento. Por todo lo que había oído explicar a su tío sobre el ilustre visitante, Claudia esperaba encontrarse con un hombre de mediana edad, gordo y lleno de joyas. Sin embargo, el barón de Montague no debía de tener más de treinta años. La armadura seguramente lo hacía parecer más imponente de lo que sería sin ella. Pero, cuando se quitó el yelmo, Claudia se dio cuenta de que la armadura no era más que el reflejo de lo que se escondía bajo ella. Incluso desde la distancia a la que se encontraba, sabía que era el hombre más apuesto que había visto en su vida.