Nunca, Señor, la muerte / me hizo saborear tanto la vida: se abre así, con un heptasílabo y un endecasílabo, sobre un escenario cementerial, el nuevo libro de Emilio Coco, poeta de lugares y afectos. Mas, aunque el poeta camine absorto en pensamientos tristes y el verbo que campea en el titulo aluda a otra clase de caminar, este libro no es en absoluto elegiaco. El poeta --que tiene que bregar cada dia, alcanzados ya los ochenta años, con la idea del final, del cuerpo que lo abandona pedazo a pedazo -- no tiene ninguna intencion de abandonar la vida, que para el es, esta claro, una vida hecha de cosas concretas, de alegrias muy tangibles. Es mas, le agradece a Dios por las tentaciones / que querras dispensarme a cada instante; ha amado tanto el mundo y sus alegrias, que le pide a la Muerte que vuelva dentro de unas semanas, / mejor dentro de un año o lo mas tarde posible.
La nostra casaSiamo tu e io nel grande appartamento.Senza più figli e senza più il tormentodi far quadrare i conti a fine mese,senza scosse e spiacevoli sorprese.Tu nel soggiorno a fare le tue cose,io nello studio con i miei spagnoli.Non hanno spine ormai le nostre rose,siamo solo noi due, sempre più soli.
Al adentrarnos en las páginas de esta hermosa antología, al recorrer el inquietante universo que nos devela su autor, nos encontramos frente a una especie de antibiografía, un ácido autorretrato escrito en verso que se desdobla en multiples personalidades, en infinitas mascaras, donde una serie de elementos confluyen sobre una trama descarnada cuyos personajes se recrean en su propia decadencia. Su escritura se adentra no solo en la tradicion de la poesia italiana de la segunda mitad del siglo XX, sino que ademas rastrea otras coordenadas que amplifican su radio de accion. Es evidente que la labor de traduccion ha resultado fructifera, que tambien el poeta ha sido influenciado por las diversas esteticas y voces con las cuales cohabita.