El cambio de siglo pasado ha sido estudiado desde una perspectiva nacional: se habla de regeneracionistas, la Generación del 98, la de 1914 y la crisis de la Restauración como si estos fenómenos fueran sólo españoles. Pero no era así. Las crisis del liberalismo y del positivismo fueron manifestaciones europeas que tuvieron una enorme repercusión en España. Escritos tan dispares como los de Darwin, Nietzsche y el papa León XIII dejaron una honda huella. El análisis del pensamiento político español desde una perspectiva europea dará lugar a unos resultados muy diferentes. Ya no será el Desastre de 1898 el punto de partida, sino la crisis del liberalismo europeo, que se inició alrededor de 1890. Se someterán a análisis los cambios fundamentales del período 1890-1914 a través de pensadores como Costa, Ganivet, Azorín, Unamuno y Ortega y Gasset, considerando no sólo sus escritos políticos, sino también sus novelas, ensayos y obras filosóficas. Así, se pondrá de manifiesto que el advenimiento de la sociedad de masas iba emparejado con un desplazamiento de la perspectiva de futuro, una modificación de la visión del hombre y el desarrollo de un nuevo espacio político.
Muchos de los tópicos regionales se forjaron a fines del XIX o principios del XX. Pintores, arquitectos y exposiciones internacionales tuvieron un papel crucial en la definición y visualización del caracter idiosincratico de cada region. Este libro compara la construccion de identidades regionales en España con la de Francia y Alemania, y pone de manifiesto que los cuadros, casas y pabellones regionalistas se interpretaron como una muestra de la diversidad (regional) dentro de la unidad (nacional). La misma situacion se daba en regimenes mas o menos democraticos, la dictadura de Primo de Rivera y el estado totalitario de la Alemania nazi. La cultura del regionalismo se convirtio en parte de una nueva fase del proceso de nacionalizacion.
Con motivo de la Conmemoración del IV centenario de la muerte del pintor cretense en 2014, se presenta la edición española de una obra de Eric Storm, en la que se analiza lo que se conoce como uno de los fenómenos más interesantes de los estudios modernos sobre los antiguos maestros de la pintura y del mercado del arte en el siglo XX. Aunque celebrado en vida por algunos de sus retablos, el cretense cayó pronto casi en el olvido, y hasta bien entrado el siglo XIX se denostaron sus extravagancias y sus inquietantes figuras alargadas, que sólo podían ser —o eso se pensaba— obra de un loco. Sin embargo, alrededor de 1860 el Greco cobró un protagonismo inusitado. La recuperación de su fama se inició con impresionistas como Manet y Degas, que le consideraban un adelantado a su tiempo por su personal lenguaje estético, su uso atrevido del color y su originalidad. A ellos les siguieron historiadores del arte como Justi y Cossío, y pintores que incluso llegaron a ver en él a uno de los principales precursores de su obra de vanguardia, entre ellos Picasso y Kandinsky. Si el interés por el Greco coincidió con la llegada del arte moderno, su interpretación por parte de algunas figuras eminentes de las letras y el pensamiento europeos del cambio de siglo estuvo directamente ligada a la creciente influencia del nacionalismo en el arte. Así, en unas décadas el Greco no sólo se convirtió en uno de los patriarcas del arte moderno, sino también, de manera igualmente inesperada, en un intérprete privilegiado del alma española y en el precursor del realismo español del siglo XVII encabezado por Velázquez. El «descubrimiento» de este patrimonio europeo a través de una cadena fascinante de artistas y entendidos —algunos famosos, otros casi desconocidos— se analiza con detenimiento en este libro riguroso y ameno, excelente panorama de la fortuna del Greco en la cultura y el arte europeos entre 1860 y 1914