El camino del retorno a Freud emprendido por Lacan —tantas veces entendido como mera postulación de ortodoxia— asume la forma de una conversación fundamental con Heidegger. De ahí el título de este libro que dice que el modo lacaniano de lectura de Freud es una localización del punto de partida freudiano en el nostóq hölderliniano. Esta es la condición necesaria para pensar ese retorno al que Lacan se lanza en su apropiación de los conceptos fundamentales del psicoanálisis, retorno que no puede pensarse sino a partir de Heidegger que, con su concepción del otro inicio, le permite formular el “otro pensar” freudiano. Lacan piensa lo no dicho en el decir de Freud considerándolo un pensador inicial. En este abordaje del pensamiento freudiano como pensar inicial descubre la proximidad Freud-Heidegger, no en un simple juego de influencias, sino en aquello que le está dado a pensar al psicoanálisis. El texto de Parra y Tabakian no es un punteo de conceptos heideggerianos en la obra de Lacan sino el seguimiento, seminario a seminario, del recorrido que asume el retorno a Freud y de la forma en que Lacan requiere de Heidegger para pensar el inicio freudiano. La pregunta del neurótico —¿qué-soy-yo-en-el-mundo?— es la llave que abre un camino que no quiere salir del inicio: el de la esencia inicial del lenguaje, con el cual el psicoanálisis mantiene una permanente conversación fundamental.
La pregunta ¿Qué soy en la historia del psicoanálisis, el yerno de Lacan para la eternidad? requiere pensar la relación de esencia entre ser yerno y la historia del psicoanálisis ya que esta condición sostiene y decide la posición de Miller: su política, el manejo del poder, su relación con la causa y hasta las domésticas rencillas institucionales. Ser yerno es lo que le ha permitido expandir su furor fundandi en nombre del suegro, abrir escuelas en todo el mundo manejar publicaciones, hacerse dueño de la enseñanza de Lacan y lo más grave: dosificar la publicación de los seminarios escudado en su estatuto de albacea. Aquí se cuenta la historia del insulto que persigue a Miller. Haga lo que haga, diga lo que diga, funde lo que funde, siempre es el yerno de Lacan y cada vez que así lo nombran le escamotean su nombre propio, cuya reivindicación busca afanosa e inútilmente. Insulto, nombre propio, lazos familiares, arribismo, historias de guerras intestinas, con múltiples referencias a personajes históricos y literarios con todos los cuales Miller se identifica y se trasviste, referencias que sólo apuntan a un único propósito: develar su lugar en el psicoanálisis. A partir de Las cartas a la opinión ilustrada y tomando esta correspondencia como un momento privilegiado del estado actual del psicoanálisis, se ha llevado a cabo una lectura rigurosa del material que ofrecen sus intervenciones, artículos y cursos, tribuna que anualmente le permite proseguir con el discurso que lo localiza como el heredero legítimo de Lacan, herencia y legitimidad que también se ponen en cuestión. Con Miller y sólo con él, surge en el psicoanálisis la cuestión del ser-yerno-de... y, si bien hay otros yernos en el movimiento psicoanalítico, ninguno da con la talla de ser un asunto histórico, en tanto los otros suegros no son Lacan. El lugar de Miller aún no ha sido pensado. Hasta ahora, su persona ha suscitado un