Hay difernetes vías para acceder al personaje de Rodrígo Díaz el Campeador. La primera de ellas es horizontal y lo presenta como ser humano. La segunda es un enfoque desde abajo que el autor descarta porque da una vision de El Cid como figura legendaria de superhombre o semidios. La tercera, nos ofrece a Rodrigo Diaz desde arriba, empequeñecido como un sordido mercenario. Se aborda, pues, al heroe como un personaje historico capaz de hacer de su vida una empresa arriesgada y brillante, pero en todo momento sometida a su control y acorde con sus ambiciones, cualidades y virtudes.
Al estudio de la problemática más habitual, de contenido histórico, y a la no menos tradicional, de carácter legendario, el presente libro incorpora una inusual profundización en la dimensión mítica de la figura del Cid, circunstancia que constituye una autentica novedad en la ya densa historiografia del personaje y que le convierte en una obra particularmente atractiva, pues ofrece una vision integrada del mito cidiano, en conexion con la historia y la leyenda. Ademas, se observa en este trabajo un particular interes por situar al personaje en el contexto ambiental de su epoca, a resultas de lo cual el Cid se desenvuelve como un guerrero de carne y hueso, instalado en la encrucijada en que convergian la creciente regresion del islam español y el incontenible despegue de la cristiandad hispana. Con astucia, oportunismo y altas dosis de valor personal y de capacidad estrategica, el Campeador se movio con extremada soltura en los puntos calientes de una frontera que evidenciaba dramaticamente tanto la decrepitud que corroia a los reinos musulmanes de taifas como la prepotencia con que ganaba metros y recursos el sistema cristiano feudal en expansion. En cualquier caso, el triunfo de la Historia se percibe en este volumen en la preocupacion por colocar en su sitio a la leyenda y al mito y por desenmascarar los motivos que impulsan la impenitente reutilizacion de ambos. La Historia es, por consiguiente, en este bello libro, tanto la piedra de toque que naturaliza los perfiles del Cid de carne y hueso como la vara que mide su larga, recurrente y en ocasiones amenazadora sombra.