Federico Montalbán López, autor de este diario escribe para regodearse en su amargura. Escribe sobre sí mismo, cómo no. Pero también sobre sus dos hijas gemelas, malas como demonios, sobre su mujer triunfadora y sobre su unico amigo, un raton, algo hijo de puta, que dice las verdades a la cara. Y hay mas: vasectomias, tumores, tabaco (de liar), alcohol de alta graduacion, nada de sexo y muchos platos sucios por fregar. Bien acompañado por las ilustraciones de Laia Domenech que traduce en imagenes muy suyas todo este universo, casi al limite, de la parodia de una locura.
Este libro es amoroso. Habla del amor y sus circunstancias. Del amor que nos lleva y nos trae, que nos hace felices o desgraciadas, que nos convierte en seres únicos o ninguneados, en almas en pena o encumbradas, en dioses o diablos. Del amor que nos ocupa y preocupa siempre a todos. Sobre el amor se ha dicho y escrito mucho. Hay mucha literatura, mitos y leyendas. Se podría hablar de él hasta el infinito. Sobre todo, después de practicarlo. Da igual que pasen los siglos por docenas o que la ciencia avance que es una barbaridad. Da igual. Siempre lo miraremos asombrados y extrañadas. Sin saber muy bien qué es aquello que ha aparecido en nuestras vidas y se ha convertido en el único centro gravitacional. Y cree Federico Montalbán López, el autor de AMOR, AGITAR ANTES DE USAR , que para definirlo, para ocuparse de él no es necesario ofrecer un discurso cerrado y monolítico. Se pueden ofrecer visiones distintas, alternativas contradictorias, opciones igualmente válidas y dejar que cada cual construya desde su libertad el amor que le haga más feliz. Lo contrario sería como ir a una agencia de viajes y preguntar por el único viaje válido, auténtico y maduro. Lo más probable es que nos manden a la rivera Maya. Después, si les hemos hecho caso y el viaje no nos satisface o nos hace infelices, será difícil reclamar. Su intención es mostrar que son varios los viajes que se pueden hacer y que nadie debería reducirlos a uno sólo. Por eso aborda hasta 23 aspectos distintos del amor, un mosaico de puntos de vista, de citas, de opiniones, en un rompecabezas que cada cual podrá resolver a su gusto. Porque el amor es eso que nos hace lo que somos: humanos. Ha llegado el momento de devolverle el favor y agitarlo un poco. Y este es el resultado.
El último mapa en el que apareció Costatriste lo guarda Joseph, el farero. Por eso, la única manera de llegar hasta allí es perderse. Desde que desapareció de los mapas, Costatriste es como un buque fantasma, habitado por personajes de novelas de aventuras, por el eco de una mina de cobre hundida, por el resoplar de las ballenas, por barcos que se convierten en isla y desamores que dejan huellas imborrables en la arena. Nadie llega a Costatriste para quedarse. Sólo Samuel, el tabernero, después de naufragar en los Acantilados voraces. Barcos provenientes de los siete mares se acercan a puerto para hacerle entrega de misteriosos paquetes. Sea lo que sea que Samuel espera, nunca llega. Hasta entonces, su ataúd seguira esperando paciente en El chorro de la ballena.