FERNANDO RODRIGUEZ DE LA FLOR

Concebido desde una dimensión prfundamente interdisciplinar por un reconocido especialista en la literatura simbólica ilustrada, Emblemas, lecturas de la imagen simbólica tiene como tema el corolario de una relacion que, partiendo de arte y literatura, se depura en imagen y palabra, figura y discurso, letra y trazo, para arribar, finalmente, a lo "visigle" y lo "legible". Explorando la realidad de la existencia de un discurso logoiconico, el libro de Fernando R. de la Flor penetra en ambitos todavia no bien conocidos, pero de los cuales se puede afirmar que componen las grandes tradiciones fundadoras de la iconicidad, entre ellas las que se encuentran en los libros de emblemas, empresas y jeroglificos, los tratados de mnemotecnica -de "artes de la memoria"-, la vasta multiplicidad de tecnicas de somatizacion de las imagenes piadosas o las "politicas de la imagen" en la Contrarreforma. Todo ello circunscribe un dominio extensisimo por el que el presente libro supone un recorrido excitante y, en buena medida, ameno -desde los anagramas y las anamorfosis, hasta las tradiciones de enseñanza catequetica por imagenes en el Nuevo Mundo o la utilizacion de la figura del cuerpo como sede de argumentos discursivos, pasando por la imagen virtual y los "teatros de la memoria" renacentistas-, en un analisis que atraviesa los campos de saber propios de las disciplinas filologicas, de la misma historia del arte y de la historia de las ideas, conduciendonos, de la mano de la imagen simbolica, por la vasta, compleja y desconocida pluralidad de sus representaciones.

La expansión y crecimiento en nuestros días de las representaciones visuales en toda la riqueza plural de sus manifestaciones nos obliga con fuerza a reparar en un momento genealógico para las mismas: el Barroco y su singular 'ingenieria de la imagen.

tratado de «filología negativa»En estos tiempos de orgía cultural generalizada, Biblioclasmo es un texto producto de una tradición escéptica; un tratado de «filología negativa»; un ejercicio de contr

Este libro irrumpe con decisión y bagaje multidisciplinar en el espacio de una polémica abierta. Se trata de la vieja cuestión de la singularidad de la historia cultural de la Península, de la 'penín

Fernando Rodríguez de la Flor, José Núñez Larraz

Nuestro esplendoroso Siglo de Oro ve germinar en los pliegues del Barroco la semilla de la melancolía. Más allá de un desequilibrio humoral que da condición del ghenio, la patroa de los ensimismados o la risa del nihilista, más allá de una retórica intransigente que explora la profundidad, las pasiones, el silencio, el fulgor y la meditación de la muerte, aquella melancolía barroca se leerá aquí como categoría cancelada, imposible de recuperar en un presente que, desde esa carencia, nos revela el resto de sus limitaciones.

Este libro, concebido a medias entre el ensayo histórico y la libre exploración poética de un objeto que conserva aún toda la fuerza de una potente aura letal, nos acerca a estos testigos mudos de la 'Era de la Violencia' (1914-1945). Tiempo de destrucción que, en buena medida, tuvo como escenario la tierra española.

He ahí un punto de inflexión que vuelve a poner en cuestión el signo que cobra el imaginario de la región y nos obliga a un replanteamiento a la altura de este momento singular que vivimos.

Este libro trae hasta nuestro momento la cuestión del barroco hispánico, haciendo memoria activa de aquella su peculiar lectura de mundo con la intención de salvar para nosotros algo de aquel barroco que amenaza con desaparecer con cada presente que no se reconozca mentado en el.Un solo imaginario, un, por la fuerza unificado, mundo simbolico funciono en aquel tiempo, definido, desde finales del siglo XVI hasta la decada de los veinte o treinta de 1700, como un verdadero clima, como una esfera dentro de la cual los puntos interrelacionados constituyen un sistema. Cabe añadir acerca de esta constelacion politico-psicologica que se trataba de un sistema sereno, el cual proveia de hipotesis no solo para el hecho mismo del mundo y su desenvolvimiento historico, sino tambien afirmaba la posibilidad de alcanzar un vislumbre y aquilatar un significado para aquel otro mundo, que se constituye siempre en contrafigura (y, acaso, como espectro) de este. Las fuerzas culturales que actuaban en aquella peculiar constelacion aventuran una explicacion fundada en el hecho de la irrupcion que la sobrenaturalidad realizaba en el plano de la realidad cotidiana, manifestandose de modo taumaturgico en la historia.