La noche del condenado es casi un soliloquio entre el poeta y la muerte, la condena como metáfora de una sociedad y de una condición humana. Poesía siempre sutil, confesional y grave, Gata ha vuelto a escribir desde el interior de si misma con una crudeza y una intensidad sorprendentes.En efecto, el libro propone desde la apertura y final del primer poema (Si no viera la muerte en esos ojos/ Si no fuera un hombre detras de una lagrima) una desgarrada memoria sobre la condicion humana tal como la autopercibe el sujeto lirico, sin concesiones ni consuelo. Solo al final de la obra (Soy yo quien paga con la vida todo el morir/aguardando de Dios la fe de erratas), se abre una via a la trascendencia, si no es pura retorica lo escrito.