Cuando en 1972, en los pinares de Puebla del Río, se tomó la foto del llamado «clan de la tortilla», ninguno de los presentes pensó jamás que Manuel Chaves estuviera llamado a grandes empresas, como tampoco lo imaginaron ni sus compañeros de facultad, ni los del bufete, ni los de UGT, ni los de la Ejecutiva Federal del PSOE, ni los del Gobierno... Pero lo cierto es que después de ser ministro de Trabajo, Manuel Chaves ostentó la Presidencia de la Junta de Andalucía durante casi veinte años y, actualmente, es vicepresidente tercero del Gobierno desde abril de 2009. Pero ¿quién es realmente Manuel Chaves? • ¿Un político gris que vivió a la sombra de Felipe González y que ha aprovechado los inesperados golpes de fortuna que le ha deparado la vida? • ¿El hombre aparentemente indeciso que ha gobernado Andalucía como un cortijo? • ¿Una personalidad contradictoria con dos caras tan distintas que cuesta reconocer cuál es la verdadera? • ¿Un dirigente devorado por las máscaras con las que se cubre el rostro? • ¿El responsable político que permitió que Andalucía se convirtiera en un régimen de corrupción sostenida y de claro nepotismo clientelar? Con la minuciosidad del investigador y apoyándose en numerosas fuentes documentales, Francisco Rosell nos presenta esta valiente biografía del líder andaluz y, con ella, la de toda una generación de políticos socialistas. El resultado es una profunda radiografía de los entresijos de los gobiernos central y autonómico.
Treinta años de nada. Anatomía del régimen andaluz es la radiografía de una autonomía gobernada desde hace tres décadas por un mismo partido y casi por un mismo gobernante. Francisco Rossell, uno de los más comprometidos periodistas andaluces, disecciona en este libro la historia más reciente de la política andaluza en la que el Partido Socialista ha fracasado en su intento por construir una sociedad moderna, fuerte y competitiva. Según el autor de este brillante ensayo el responsable de este fracaso tiene nombre propio, Manuel Chaves, presidente de la Junta de Andalucía, "es un gobernante inflado de sí mismo, que reivindica un carisma del que carece, cuando justo su falta es lo que le ha permitido sobrevivir como el último mohicano del felipismo". A estos años de gobierno hay que culpar de una sobredimensionada y costosa administración autonómica, de unos medios de comunicación dóciles y serviles, y de una sociedad apática y anquilosada cuyo sistema educativo ha instruido a la generación de jóvenes peor formada de la histora de España.