CUANDO EL 12 DE OCTUBRE DE 1936 el militar rebelde Millan Astray se enfrentó a Miguel de Unamuno en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, resumió con su grito de rabia todo un programa que el fascismo español llevaba ya meses poniendo en practica en todo el territorio conquistado. Grito Mueran los intelectuales traidores, entendiendo por traicion lo que precisamente constituye la esencia del papel social del intelectual, esto es, la perspectiva critica y el compromiso con el pueblo. Fue ese plan de exterminio de la razon critica el que arraso, como un vendaval de fuego y muerte, a los mejores y mas activos representantes de la vida cultural granadina, desde figuras señeras como Federico Garcia Lorca, el rector Salvador Vila Hernandez, el ingeniero Juan Jose de Santa Cruz o el propio Constantino Ruiz Carnero, hasta cientos de personas anonimas o menos conocidas maestros, periodistas, librepensadores, pero igualmente importantes como agentes generadores de esa cultura viva que la Segunda Republica procuro difundir para transformar la vieja piel de toro en una nacion nueva y mas justa.