Al observar los dibujos de François Matton, uno puede verse atrapado por esa sensación de falsa ligereza, de cierto distanciamiento que no es tal. Quizá su elegancia no sea más que fachada, un escudo protector ante todo lo que asusta -el amor, la soledad, la muerte, la miseria- cuya presencia, sin embargo, está garantizada en cada una de las 324 viñetas que forman Tengo todo el tiempo del mundo. Un trazo aparentemente despreciado aquí, otro indolente por allá, otro se divierte y juega torpemente cuando en realidad esconde una elaboración minuciosa, a veces extrema.Sus textos, manuscritos, parecen propulsados por un movimiento interior. Movimiento difícil de clasificar pues no pertenece a ninguna categoría psicológica concreta, estados de conciencia tan fulgurantes como banales, que impulsan el lenguaje, avivan la frase y crean secuencias redondas y geniales.François Matton nos invita a estas pequeñas acciones dramáticas que no se asientan en personajes nombrados ni transcurren en un tiempo cronológico definido. Puede que ésta sea la fascinación que produce la travesía del libro, esa relación con el tiempo de un pasajero que cambia constantemente de identidad.
Después de Ante tus ojos (Demipage) y Tengo todo el tiempo del mundo (Demipage), François Matton nos deleita con su última entrega. Desde el mismo concepto gráfico que en Tengo todo el tiempo del mundo, François dice asi:Hace poco encontre los diarios de mi hermano. Ignoraba absolutamente que mantuviera un diario. Empezo a escribir con regularidad desde su servicio militar en la Guyana francesa. Era joven, empecinadamente decidido a vivir al margen de nuestra sociedad que le horrorizaba. Su unico deseo: dejar todo y partir a vivir sobre el agua. Con un mundo asi, Mejor en el mar.
Este álbum es una invitación para iniciar un romance con lo que nos rodea. No se trata de una historia, sino más bien de crónicas poéticas. La aventura es ante todo la de una mirada que interroga a todo lo que se encuentra aquí mismo, delante de nosotros, delante de ti. Ante tus ojos. También es la aventura del dibujo y de la escritura íntimamente ligados para acariciar la presencia de las cosas en el mundo (podríamos estar hablando de Haikus gráficos).Mirando lo que nos rodea con el lápiz en la mano, atraemos las cosas hasta muy cerca. A veces tan cerca que llagamos a perderlas de vista- o nos perdemos en ellas hasta la locura-. Efectivamente, también se habla de locura en estas páginas. Pero de una locura suave, alegre. Una pérdida de uno mismo para una mayor presencia de todo. No es extraño pues que este álbum recuerde por momentos a un breviario para una vida mejor, a un manual de supervivencia para robinsones de salón, a un compendio de micro satori y mini incidentes, a un agenda para el tiempo suspendido, a un bloc de notas para vistas imposibles de lugares humildes...