Su segunda novela, de título con reminiscencias religiosas, "In nomine filii", recoge la esencia de la vida de una mujer. Esta vez el autor deja atrás la España franquista y las tensiones éticas del individuo enfrentado a un sistema de libertades limitadas, para internarse en una narración definida por el foco de una consciencia atormentada en el marco de los tiempos presentes. La relación entre Germán y Claudia se ha desvanecido. Las contradicciones y angustias del pasado familiar de ella, un padre violento y violador, son de tal calibre y pesan tanto en el presente que el deseo de tener un hijo y de construir una vida esperanzada, reducto de salvación personal, ocupa demasiado espacio entre ellos dos y la convivencia se deteriora, se pudre hasta convertirlos en desconocidos el uno para el otro.
Nos hallamos ante una narración excelente, con personajes bien configurados y mejor enfrentados, que le hablan al lector de esa información que nos empieza a llegar a las puertas de la madurez, y que atañe a la corrupción integral del yo: panorama sobre el que Gabriel Ramírez ha sabido dirigir una mirada distante, y que empieza a aparecer más tarde, cuando ya hemos dejado atrás la edad de los protagonistas y entramos en otro capítulo de la mentira y otra dimensión de la verdad.
Su segunda novela, de título con reminiscencias religiosas, "In nomine filii", recoge la esencia de la vida de una mujer. Esta vez el autor deja atrás la España franquista y las tensiones éticas del individuo enfrentado a un sistema de libertades limitadas, para internarse en una narración definida por el foco de una consciencia atormentada en el marco de los tiempos presentes. La relación entre Germán y Claudia se ha desvanecido. Las contradicciones y angustias del pasado familiar de ella, un padre violento y violador, son de tal calibre y pesan tanto en el presente que el deseo de tener un hijo y de construir una vida esperanzada, reducto de salvación personal, ocupa demasiado espacio entre ellos dos y la convivencia se deteriora, se pudre hasta convertirlos en desconocidos el uno para el otro.
Nos hallamos ante una narración excelente, con personajes bien configurados y mejor enfrentados, que le hablan al lector de esa información que nos empieza a llegar a las puertas de la madurez, y que atañe a la corrupción integral del yo: panorama sobre el que Gabriel Ramírez ha sabido dirigir una mirada distante, y que empieza a aparecer más tarde, cuando ya hemos dejado atrás la edad de los protagonistas y entramos en otro capítulo de la mentira y otra dimensión de la verdad.