La Ley de la Libertad en una plataforma o La verdadera Magistratura restaurada —tal es su título completo— aparecida en 1652, es la última y la más acabada de las obras que publicó Gerrard Winstanley y probablemente se trate de uno de los escritos más revolucionarios y subversivos que produjo la Revolución inglesa del siglo XVII. El fin que persigue la obra es disipar la ilusión mental en la que viven sumidos los seres humanos bajo la opresión de las leyes del rey, el clero, los abogados y las relaciones basadas en la compra y venta de los artículos a cambio de dinero. Por lo que respecta al análisis social de la religión, a la enajenación de la ideología política que suministran las elites dominantes y al papel revolucionario que está llamado a desempeñar el pueblo desposeído de sus tierras, Winstanley se adelanta sorprendentemente a algunas de las tesis que dos siglos más tarde desarrollarían Karl Marx y los revolucionarios anarquistas. Aboga por la supresión de la propiedad privada de la tierra como la medida política más efectiva para asegurar justicia social entre los ciudadanos. Una vez que desaparezca la alienación religiosa, lo que queda es la verdadera realidad, aquella que ha sido deliberadamente ocultada por las clases gobernantes para seguir disfrutando de sus privilegios: la identidad entre conocimiento de Dios y verdadera libertad. En ella se basa, no obstante, la posibilidad de realizar en la tierra el estado de inocencia que se perdió en la caída.
El Pensamiento de Gerrard Winstanley ocupa un lugar destacado en la historia de la filosofía política. Aceptando que el poder del Estado está relacionado con el sistema de propiedad, Winstanley mostró que el cuerpo central del pensamiento social también se encuentra estrechamente ligado a las formas históricas de la sociedad. Es el primer pensador político moderno en señalar la relación inmediata entre libertad política e igualdad económica, y en proponer un programa de cambio social radical basado en este principio. Es pionero también en sugerir que tal cambio sólo podría resultar efectivo si comportara la abolición de la propiedad privada y del trabajo asalariado, y en insistir en que sólo a partir de ello los beneficios del progreso científico y el desarrollo económico podrían traspasar las fronteras del beneficio individual para ser aplicados con equidad en el mejoramiento de la calidad de la vida humana.