Los procesos electorales son la savia de las instituciones democráticas; éstas constituyen dispositivos esenciales de las democracias representativas. Pero un voto es siempre más que un voto, pues tiene un (o más de un) sentido oculto que debe ser desentrañado. Ello se debe a que, además de cristalizar en dispositivos institucionales, las elecciones producen prácticas enraizadas en las costumbres ciudadanas. En ese sentido, los procesos electorales no deben ser considerados solamente en aquello que tienen de instituido, en virtud de su poder para conferir certezas a los ciudadanos de las sociedades que los colocan en el centro de la vida política. Además de ser, efectivamente, mecanismos que producen un piso necesario de certidumbre, las elecciones son también dispositivos orientados a garantizar la libertad política haciendo posible la producción de transformaciones decisivas en la vida política. En otras palabras, ellas constituyen una suerte de "minirrevoluciones" dentro del régimen democrático, puesto que permiten la aparición de la novedad, la irrupción de la discontinuidad, la opción consciente por el cambio de rumbo. Los trabajos que componen este libro -en torno de los procesos electorales que tuvieron lugar en la Argentina a lo largo de 2003- traducen la convicción de que el sentido de los procesos políticos y electorales debe ser trabajosamente desentrañado. Pues en ellos se deja traslucir el carácter propio de la política democrática, cuya esencia radica precisamente en el hecho de que carece de una esencia que pueda ser objetivada y de que transcurre en un campo signado por la ausencia de una literalidad última.
El tema de la ciudadanía está a la orden del día en los estudios políticos...y también en la vida de nuestras sociedades. Este libro se propone abordar dicha cuestión partiendo de las profundas transformaciones que en nuestro tiempo atraviesan las identidades políticas y sociales, identidades cuya permanencia ya no puede darse por descontada como antaño. Cuando la ciudadanía se autonomiza, se la ve oscilar entre dos polos: la pasividad de la audiencia escrutada por los sondeos, las encuestas y los medios de comunicación, y la fugaz presencia ciudadana en el espacio público, capaz de operar la dramatización de un reclamo o de un veto. Por un lado, se trata de una ciudadanía propicia a reconocer liderazgos de nuevo tipo, de carácter más efímero que los del pasado; por otro, de una ciudadanía que tiende con frecuencia a representarse a sí misma, escenificando una auto-representación atenta a la vigencia de sus demandas. Es de este modo que adquiere su centralidad, al emanciparse del dispositivo institucional de la representación: sin desconocerlo como tal, los ciudadanos de hoy ponen su legitimidad continuamente en juego. Por eso cobra relevancia volver sobre las nociones de sociedad civil y de participación política, para pensarlas en un contexto ciudadano renovado. La significación de un espacio público, condicionado, sin dudas, por las estructuras de la economía y del Estado pero no determinado por ellas, alienta la politización e incrementa el peso de la lógica igualitaria. Así es que la centralidad de la ciudadanía también debe ser vista como coextensiva de un orden político democrático que exige a los hombres guiarse por su propio juicio y prescindir de sentidos trascendentes. Este libro pretende ser, entonces, una interrogación sobre el rumbo presente y futuro de nuestras democracias contemporáneas.
Este libro reúne los trabajos presentados en ocasión del seminario organizado por el Grupo de Investigación sobre las Nuevas Formas Políticas, dependiente de la Universidad de Buenos Aires, que contó con valiosas colaboraciones de destacados académicos argentinos y extranjeros. El propósito del encuentro de realizar un diagnóstico e interrogar el futuro de las nuevas democracias latinoamericanas, generó una serie de debates en torno de las instituciones políticas existentes y de los tipos de instituciones adecuadas para la estabilización del régimen político.Pero no es posible tratar los problemas institucionales y ciudadanos de la región sin tener en cuenta la reciente evolución socioeconómica –derivada en parte del proceso de globalización– que ha generado una masa de excluidos, aunque en general tributarios de derechos ciudadanos, y una inseguridad en las condiciones de vida que a menudo reduce el análisis político a una esfera particular de la vida colectiva. El arraigo de los valores democráticos y de la conciencia de los derechos ciudadanos no debe ocultar la debilidad de las nuevas democracias frente a la expansión de la lógica mercantil, que tiende a confinar a los individuos a la posición de integrantes de una audiencia. Si bien actualmente no parece estar en juego la estabilidad, sino más bien la calidad de las nuevas democracias, subsiste el interrogante –que planea en la mayoría de los artículos– sobre el umbral de desigualdad social que es capaz de tolerar la convivencia democrática.