i lógicamente en todos los ámbitos profesionales se cuecen anécdotas, tampoco faltan en el ámbito de natural serio y circunspecto de la Justicia. Pero el contraste con el negro de las togas o con la impactante uniformidad del ámbito jurídico-militar, hace que destaquen aún más esas chispas ingeniosas, jocosamente ingenuas o maliciosamente sarcásticas, merecedoras de constar en un anecdotario serio de actos, actuaciones o hechos hilarantes. Los relatos de este libro son un deleite para el espíritu y dimensionan en sus justos términos ese valor supremo al que llamamos Justicia, humanizándolo como obra de hombres que es siempre al servicio de nuestros semejantes. La Justicia ha de ser necesariamente seria y respetable para todos -quienes la servimos y los que se sirven de ella desde la situación de justiciables- pero nunca puede dictarse o aplicarse de manera deshumanizada. Precisamente por ello se crean en muchas ocasiones situaciones judiciales con categoría de anécdotas jocosas.
El autor nos invita en este libro a un recorrido por 42 calles y 12 plazas, y de todas y cada una de ellas Passolas nos explica su origen, la historia de su nomenclátor, con los sucesivos cambios que se han producido, los hechos históricos en ellas sucedidos, los personajes que de alguna u otra manera estuvieron relacionados con ellas y las anécdotas y curiosidades que atesoran a lo largo del devenir de los siglos. Son calles y plazas con vida que guardan celosamente la Historia de nuestra ciudad entre sus muros y paredes, entre sus rincones y casas, y en su trazado. Son las arterias de una ciudad que está viva y que evoluciona con el paso del tiempo. Si nos sumergimos en él, tendremos la oportunidad de pasear por Sevilla con otros ojos, sintiendo otras experiencias que nos transportarán a un pasado que nos mira desde Alcázares, Hernando Colón o Francos. Respiraremos el aire de la historia por Pajaritos, Monsalves o Temprado. Oiremos sonidos de otros tiempos por San Eloy, García de Vinuesa o la plaza del Museo. Y comprenderemos que por Alhondiga, Bailén o por la plaza de Santa Paula aún laten los recuerdos de los sevillanos que nos precedieron en el tiempo.